El archivo consta de más de seis mil legajos y seis millones de documentos que reflejan la historia del Ducado y otras casas de la nobleza española desde principios del siglo XIII. Hay escrituras, contratos, sentencias judiciales, cartas, avisos y documentos eclesiásticos que constituyen un material de primer orden para los historiadores y que en los últimos años han sido objeto de treinta tesis doctorales.

La conversación se desarrolla en un pequeño despacho de la segunda planta del palacio, en el que la duquesa se encierra a trabajar a diario para mantener vivas sus páginas de Internet, su refugio tras haber sido expulsada del mercado de las editoriales. Cuarenta años de lucha contracorriente la han convertido en un ave solitaria. Desconfía de las administraciones, a las que acusa de no prestarle ninguna ayuda, y asegura tenerlo todo «pensadísimo» para que el archivo no sea sacado nunca de la ciudad que bulle junto a la desembocadura del Guadalquivir.
P – ¿Las administraciones públicas han dado muestras que de valoran la importancia de su archivo?
R –Interés por llevárselo sí que han mostrado. Pese a que es un archivo que está perfectamente bien, todo el interés es quitarlo de mi control. Y lo peor es que quieren enterrarlo en Távera [Toledo] ¡A ver quién va a investigar a Távera! Eso es un auténtico cementerio de documentos.
P -¿Existe la posibilidad de que el legado sea sacado fuera de Sanlúcar?
R –Mientras yo viva lo veo difícil, primero porque tengo la fuerza moral. Según los estatutos de la Fundación no puede salir absolutamente nada. Y los estatutos los puedo cambiar yo, pero no los que vengan detrás.
P -¿Pero qué pasará cuando no esté usted?
R –Lo tengo pensadísimo. Como le digo, esto es una Fundación, de la que yo soy la presidenta, y en la que están además de un paleógrafo de Sevilla, un abogado de Sanlúcar, dos representantes de la UNED y dos de mis colaboradoras. Ahora estamos en trámites para modificar los estatutos, porque lo pide la ley. Queremos funcionar con una ejecutiva reducida, de dos o tres personas, y un patronato más amplio en el quepretendemos que entren el Ayuntamiento y, a ser posible, la Junta de Andalucía.
P -¿Su propuesta ha encontrado buena acogida?
R –Con estos políticos nunca se sabe. Porque pueden tener muy buena voluntad, pero llega una orden de arriba y cambian de la noche a la mañana. El alcalde de Sanlúcar sabe cuál es la intención, porque le he dicho algo.
P -¿Cuál ha sido su principal hallazgo entre los documentos que custodia?
R –Fue importante encontrarme un documento de 1463 según el cual, entre los cabos de Agüer y Bojador había ríos navegables, con pesquerías. Eso lo pude seguir a través de la isla de Modogor: fértil, con riberas, con bosques, con pastos y que está documentada hasta 1619. Seguí investigando y, cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que el río Agüer es el Amazonas y que la isla de Mogodor es la isla Johannes, que está en la desembocadura del Amazonas.
P -¿En eso basa su tesis de que no fue Cristóbal Colón quien descubrió América?
R –Acusan a este archivo de haber documentado que Colón no descubrió América y de que no hubo Descubrimiento. Y no es exactamente así, sino que aquí encontré el documento que me llevó a otros documentos que avalan esa tesis. La parte más importante de esos escritos está en Simancas.
P -¿Y también hay documentos que prueban que hace ocho siglos había elecciones democráticas?
R –Fue muy importante descubrir que los alcaldes y los municipios no se nombraban a dedo, que desde el siglo XIII los elegía la gente: al señor le daban una lista con dos nombres para cada cargo y podía tachar uno. Y descubrir que había pleitos.
– Sanlúcar debió ser un enclave muy rico, muy avanzado para su época. ¿Qué papel desempeñaban las mujeres?
— Los primeros telares que hay en Sanlúcar en el siglo XVI son de una señora, Isabel Losarte, de origen flamenco, a la que se le ocurre montar una fábrica. La mayor importadora de madera de abedul era una mujer zapatera. Había otra que importaba cobre y hierro para los arcabuces. Y otras estaban en su casa cosiendo. Tengo en mi página una mujer cuyo marido se había dedicado a sus labores porque ella era polvorista, estaba a sueldo de los Reyes Católicos.
– ¿Cree que el archivo es suficientemente conocido y valorado?
— Ni siquiera el de Simancas lo es. Yo he encontrado allí seis documentos de Cristóbal Colón, de él y dirigidos a él, que ni siquiera han sido nunca publicados. En este país no hay ningún archivo que esté bien investigado. En el mío, por lo menos, están todos los documentos abiertos, al cien por cien. En los nacionales no ocurre así, y eso es grave.
– ¿Cómo son las condiciones de conservación?
–Perfectas. No tenemos hongos, al contrario que los demás, que han cometido el error de meter el aire acondicionado. El papel necesita luz y aire.
– ¿Controla la Junta de Andalucía la salud de los documentos?
— Cada vez que los controlan se inventan una barbaridad. Si lo hicieran con frecuencia acabarían con los documentos. Una vez nos trajeron una cosa buenísima para ponérsela a los papeles y menos mal que no lo hicimos. Era veneno puro. Lo que hacemos es fumigar el aire una vez al año, sin tocar los papeles.
– ¿Cuáles son los mayores peligros que acechan a los documentos que custodia?
— Los gusanitos y los pescaditos, y toquemos madera que no tenemos ninguno. He matado cantidad. Traía a barullo de Madrid y los he matado al dedete, que es como se matan.
– Lo suyo con este archivo es un sacerdocio.
— No es para mí. Es para los demás. Quien no conoce su pasado no podrá analizar su futuro.
– ¿Conservar el palacio de los Guzmanes le ha dado más disgustos que satisfacciones?
— Por supuesto. Tenga en cuenta que esto tiene una superficie de 14.500 metros con el jardín. Aunque ahora, desde que hemos abierto la cafetería, compruebo que a la gente le gusta y está contenta. Se pueden pasear por el jardín y tomar algo. También tenemos visitas guiadas los domingos.
– ¿Qué ha sido lo peor que le ha pasado desde que lo heredó?
— Pues tener un monumento BIC [Bien de Interés Cultural], que además fue reconocido ya por la República, y ver que a este monumento no se le presta ninguna ayuda y a los demás sí. Porque la injusticia, aunque se sepa que se practica, siempre molesta cuando se padece.
– ¿Se siente maltratada por los poderes públicos?
— Maltratada no. Lamento por ellos que cometan injusticias. Preferiría tener un Gobierno con el que me llevara fenomenalmente bien.
– Según usted, el palacio sigue en pie contra viento y marea.
— Exactamente. Porque lo que querrían es tirar esto y hacer casas de pisos. La Junta ahora nos ha consolidado dos tapices y eso es de agradecer. Y por lo menos no nos va a la contra, que eso es importante. Antes han ido a la contra. Respecto al Ministerio de Cultura, nos hace pagar mucho y nos pide la intemerata. Las autoridades españolas son las más gregarias del universo. La excepción no se contempla. Reglamentan hasta la respiración. Este es el mundo de Orwell.
– ¿Le gusta nadar contra corriente?
— ¿Por qué me adjudica usted gustos que no tengo? ¿Se cree que no iba a ser mas feliz en otro país? Pues naturalmente que sí. ¿Y por qué cree que estoy aquí? Pues porque está ahí ese archivo. Si no, no me quedaría ni cinco segundos, porque no me gusta nadar contracorriente.
– ¿ Y por qué luchó contra la dictadura, proviniendo de la nobleza?
— Luché contra la injusticia. Si la dictadura hubiese sido justa, con un dictador capaz de aguantar las críticas, me hubiese importado un pimiento.
– ¿Se ha sentido muy sola lejos de los planteamientos ideológicos de su clase social?
— ¡Qué manía de encasillar a la gente por nacimiento!
– Es que no puede evitar haber nacido con un título de duquesa y dos de marquesa.
— Eso son etiquetas. Los seres humanos somos todos diferentes. A estas alturas del partido, cuando tenemos el mapa del genoma humano, cuando sabemos que no se repite, que cada cual es genuino, es desatinado que se empeñen en esa uniformización por clases y por sectores. Es ir contra la ciencia.

– No me diga que es frecuente que una mujer procedente de la nobleza tome partido por causas que la llevan a la cárcel e incluso al exilio.
— En la cárcel estaba media España en aquel momento, no era ningún mérito extraordinario. Cuando cayeron las bombas de Palomares, que organicé la manifestación en Madrid, mi abuela dijo: «Es una causa de justicia y yo estoy dispuesta a ir a la cárcel con mi nieta». Y ella era de derechas.
– ¿Entonces se ha sentido apoyada por su familia?
— Por supuesto que no. De mi familia lo único obtuve fue el apoyo envenenado de una tía mía que se presentó en la cárcel para ofrecerme un indulto. Yo estaba deseando, pero había un problema. Tenía que arrepentirme de lo que había hecho y yo no me arrepentía en absoluto. Le diré que fue el ministro Oriol, que era el titular de Justicia entonces, el que redactó mi petición de indulto. Aquello coincidió con el nombramiento del Príncipe de España como heredero, y no querían el titular que salió en The New York Times: «El título más antiguo, en la cárcel, y el más moderno, heredero del Trono».
– ¿Le molesta que la llamen la duquesa roja?
— Me da igual. Si se refieren a un enfoque del análisis materialista dialéctico tanto de la Historia como de la vida, en ese caso sí soy roja. Porque es la manera que tengo de enfocarla Historia y la vida.
– Pero ser rojo no está de moda.
— Hay dos formas de ver las cosas desde los tiempos de los clásicos. Una es observar la realidad y obtener conclusiones. Cuando dos se pelean, el idealista acusa al que está machacando a su rival. El materialista, por el contrario, se pregunta por qué se pelean y qué ha hecho el otro para que le peguen. El materialista nunca juzgará si no tiene información, mientras que el idealista va a adaptar la realidad a su idea. Hoy impera la filosofía idealista y la prueba es que hemos hecho dos guerras, la de Afganistán y la de Irak, basándonos en un supuesto falso.
– ¿Se considera una escritora maldita en España?
— Ni maldita ni no maldita. Ya no hablo con los editores. Si no llego a haber publicado tres libros fuera de España, con las críticas que he tenido, creería que no se escribir. Aquí surge un buen historiador y se lo cargan en una semana. A mi no me pudieron cargar porque ya venía con la carrera hecha.
– Aún así, sigue trabajando y escribiendo.
— Sigo trabajando en una cosa que se llama internet, que no la pueden cortar aunque quieran. Porque no me pueden impedir irme a un servidor americano.
– ¿Nunca ha sentido ganas de tirar la toalla?
— A veces he tenido ganas de echarme al monte, pero estoy vieja para eso. Hay un refrán del Conde de Lucanor: «Puede más un desayudador que todos los desayudadores». Y aquí tenemos muchos, y muy poderosos. Yo me contentaría con que me dejasen en paz.
Dios acoja en su seno a tan distinguida como humana persona.



The Red Duchess – Luisa Isabel Álvarez de Toledo
I’ve just finished writing a short biography of a woman who first captured my imagination after I read an article about her in La Luz Magazine a few years ago. She lived in a palace in Sanlúcar de Barrameda and although I am not normally a fan of duchesses I have become rather fond of this one, as she swam against the tide all her life.

Luisa Isabel María del Carmen Cristina Rosalía Joaquina Álvarez de Toledo y Maura, Isabel to her friends, was the 21st Duchess of Medina-Sidonia, one of the oldest aristocratic families in Spain. She left her husband after having three babies in quick succession and then deposited the children with her grandparents while they were still small. She became known as the Red Duchess (la Duquesa Roja) because of her political convictions. She organised strikes amongst fishermen and vineyard workers, campaigned for compensation for locals affected by a nuclear accident, was imprisoned under the Franco regime, gave away property to build housing for the poor, and started a school for local children in the Palace. She drank in the local bars, wore men´s clothes and smoked like a chimney. She is still fondly remembered in Sanlúcar as «la Duquesita». 
A prolific writer and a controversial historian, Isabel inherited one of the largest private historical archives in Europe. She dedicated her life to its organisation and preservation and set up the Fundación Casa Medina Sidonia to ensure it would be made freely available for historical research. She found evidence in the archive that the Moorish sailors discovered America before Columbus and that her ancestor Guzmán el Bueno, hero of the Christian reconquest, was a Moor. Controversial to the end, on her deathbed she married her female companion and secretary so that the archive, the Palace and its contents would not be divided amongst her children, who remain convinced that she deprived them of their inheritance.
Isabel was the product of generations of aristocrats, politicians, historians, warriors and controversial figures. Despite her strong belief in social justice she never renounced her titles, and is it intriguing to ponder what she saw as the role of the nobility in contemporary Spain, and where she saw herself within that structure. Certainly her titles protected her from almost certain execution following her outspoken criticism of Franco, but she retained them long after his death. How did she resolve the apparent contradiction of passing on the line of Spain’s oldest dukedom with her professed Republicanism? Was her devotion to history and her family’s place in it stronger than her political conscience? Did she believe in noblesse oblige, the responsibility of the privileged to the less fortunate? Why, as an outspoken campaigner for civil liberties, did she keep quiet about being a Lesbian? Why, as a lifelong atheist, did she call for the last rites on her deathbed?
The Palace is open to the public and there are nine beautiful guest rooms around the courtyard garden where you can stay in Renaissance splendour from €70 for a double room including tax and breakfast.
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Palacio Ducal de Medina Sidonia in Sanlúcar de Barrameda |
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Accommodation in the Palace |
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The Courtyard Garden |
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The Archive |

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LAS AVENTURAS DE PETER MACDOWELL
En busca de sus «arraises» Peter viaja a Andalucia
en una aventura llena de misterio y peligros…









