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Andalucía

Abrimos la semana con el terremoto político que han provocado las elecciones andaluzas. Todas las televisiones, radios y periódicos nos bombardean con sus análisis y no vamos a ser menos. En algunos casos podemos ver que estos análisis tienen un punto de razón y en muchos otros – increíblemente en la mayoría de ellos – no creo ni que se acerquen a explicar el fenómeno andaluz.

1.- Lo que hemos visto ayer en las elecciones no es una muestra de fascismo o de deriva autoritaria como les gusta explicar a los medios sensacionalistas. Lo que hemos visto es el hartazgo del pueblo andaluz con las políticas neoliberales del gobierno de Susana Díaz (que no olvidemos, gobernaba de la mano de Ciudadanos). Esto y no otra cosa ha provocado la victoria de las derechas.

2.- Además tenemos que considerar otro factor, que es que a raíz del desastroso gobierno de Rajoy, también la derecha se fue resquebrajando. Primeramente en el crecimiento y consolidación de Ciudadanos, con un Albert Rivera que llevaba meses instalado en un discurso de extrema derecha y neoliberal (ambos calificativos no son excluyentes). Pero al hundirse el gobierno de Rajoy en este verano, debido a la corrupción, desde algunos sectores de la extrema derecha social y empresiarial se le ha dado via libre a VOX, partido de corte ultraderechista en línea con lo que vemos en Europa. Seguramente veían que el PP era insalvable. Bueno, yo no equipararía a VOX al populismo de derechas francés o alemán, que me parecen mucho más sofisticados y tratan de incluir obreros desencantados con la izquierda, si no a la ultraderecha húngara o polaca, más de corte nacional-católico y esencialmente reaccionarias.

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3.- Al respecto de esa extrema derecha social de la que hablo, estamos viendo en los últimos años el alcance que este sector reaccionario tiene en el mundo empresarial, en la judicatura, en los cuerpos de seguridad del estado y también en la prensa. No en vano existe desde hace 30 años un fenómeno que se le llama “la Caverna” que lleva inculcando un discurso y unos argumentos compatibles con la ultraderecha más rancia. Este bombardeo mediático diario, auténtico discurso de odio, hace bascular el Partido Popular todo lo posible hacia la derecha.

Ante el auge del fascismo en Europa y ahora en el estado español, unos de los mayores difusores han sido los medios de comunicación. Si la Caverna ya tenía su espacio radiotelevisivo y en la prensa de papel y digital, también los medios autodenominados de izquierda (La Sexta, Cuatro, El País, etc.) hacen de altavoces de los argumentos de la ultraderecha, al proporcionar minutos en prime time y columnas a los personajes reaccionarios que todas y todos conocemos. Tanto agitar que viene el lobo, al final se le coge cariño al lobo. Tan malo no será, ¿no?.

4.- En definitiva, la ausencia de políticas que benefician claramente a las clases populares, a la mayoría social, la entrada en todas las guerras culturales que tan hábilmente sabe jugar la derecha dura y que hacen que la seudo-izquierda haga el ridículo por su defensa de lo políticamente correcto, ponen a esta población que vota izquierdas ante una disyuntiva. ¿Votamos a los de siempre? ¿Nos quedamos en casa y que se vayan a la mierda? Pues esto ha pasado. La izquierda «real» española está realmente ausente del mapa político y esto se hace notar. La que existe no da confianza alguna. Podemos (izquierda socio-liberal) ya ha tocado su “techo de cristal” y en varias regiones (y en el EuroParlamento) se están apuñalando los unos a los otros ya sea por el poder o sea por que no se aguantan. Y el PSOE, pues no pasa de ser una tapadera de las políticas neoliberales con un barniz de colores. Para que nos hagamos una idea la Liga Norte en Italia está haciendo una política social muy parecida a la del gobierno español (eso sí, con ataques a la inmigración, pero es que el PSOE también los hace!). Pero encima lo hacen dando la imagen de que defienden la soberanía italiana ante los tiburones neoliberales europeos, cosa que Pedro Sánchez no hace (y hasta parece que les abre las puertas de par en par!).

5.- Por último la carta catalana. Definitivamente el “a por ellos” da votos. Ni siquiera la izquierda intentó revertir esta oleada de odio. Y no se revierte diciendo que los catalanes son buena gente. Nada que ver. Se revierte oponiendo a esa idea de España reaccionaria la de otra España construida por sus pueblos y sus gentes en su pluralidad. Pero eso se acabó el año pasado. El 1 de Octubre catalán ha exacerbado el nacionalismo español y ha fanatizado aún más si cabe a una derecha que ahora tiene un argumento con el que tapar sus corruptelas y su descaro. Y las izquierdas calladas y dando su apoyo al Rey y legitimando la represión.

La ultraderecha política ha venido para quedarse y ahora planean el asalto a los parlamentos regionales, a algunos ayuntamientos y al Congreso de los Diputados. Ahora tienen presupuesto propio y no dependerán de mecenas de dudosa reputación. La verdad es que está bien que surja una ultraderecha patriotera. Ya sabíamos que existía, estaba dentro del PP, se sospechaba que dentro de C’s también. Pues ahora tienen su espacio político y se puede cuantificar al fin a los herederos de los cuneteros.

El problema de este país no es la ultraderecha si no la falta de proyecto de las izquierdas. Viendo la prensa del 3 de Diciembre no dan ninguna señal de que hayan entendido nada.

La líder de Podemos, Teresa Rodríguez, este jueves en el Parlamento andaluz.

Para los movimientos populares, nuevamente nos toca hacer de Andalucía una tierra ingobernable. Supongo que se entiende que no es lo mismo la movilización masiva en la calle que los votos. No por sacar a la calle a 100.000 personas o por montar una huelga general vas a ganar unas elecciones. En unas elecciones también votan quienes no se movilizan nunca, o quienes simpatizan con la represión. Pero lo que nos interesa de la movilización es la construcción de sujetos amplios que lleguen hasta el último rincón del territorio y que puedan confrontar las políticas del gobierno. ¿Acaso no nos lo están demostrando los Chalecos Amarillos en Francia?

Pero no solo es montar una movilización y esperar a que legislen a nuestro favor. Se trata de tomar nuestras vidas en nuestras manos y construir los cimientos de una nueva sociedad, hecha para todas las personas que la integran. Hay que dejar de lamentarse y construir organización popular. Hay que abandonar los espacios de confort y apelar a las clases oprimidas, acompañarlas y buscar conjuntamente momentos de ruptura y contrapoder.

Por lo que respecta a Catalunya. Hoy en Catalunya la gente se ha levantado con un “Vámonos ya. ¡Qué hacemos en España todavía!”. Llevo años oyéndolo. Cuando hay una reacción (de la justicia, de los políticos, de la prensa) muy facha o muy pasada de rosca se suele oir eso por aquí. Pues mira, llegan los de VOX y dicen, “catalanes, queremos que os vayáis. Pero que os vayáis vosotros del país cruzando los Pirineos”. Nuevamente, ante la incapacidad de una izquierda española de aglutinar a la población y de proponer un programa de ruptura (incluso cuando ha habido 20.000 madrileños que han hecho votaciones por la República esta semana) se debe hacer reconocer, la única ruptura viable es la independencia de Catalunya. Habrá que lograrla a pesar de la caterva de paniaguados que están dirigiendo el Procés (que parece que no quieren la independencia y hacen todo lo posible por decepcionar a sus bases dejándolas tiradas ante la represión).

La ruptura catalana es un revulsivo también para España entera, por cierto. No se trata de dejar en la estacada a las valiosísimas personas de izquierdas que hay en el estado, sino de pegarle un puñetazo al tablero a ver qué pasa. Exactamente esto han hecho los andaluces y andaluzas ayer. Es momento de incendios. Europa entera se quema, América está en llamas y el cénit del petróleo y la crisis climática están al caer.

Retrato from anabel amiens on Vimeo.

Maldita tradición, maldita idea
maldito dios de muerte y su creencia
maldita está la tierra por la sangre
que ese día rasgó tal inocencia
despuès de mil promesas por cumplír
Esto es lo que buscan las derechas.

¡Esto es lo que buscan las derechas!


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Nada hay cuidadosamente ocultado que no haya de revelarse
ni secreto que no llegue a saberse”. Evangelio de Lucas 12:2

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Cruzada asesina


“Era frecuente ver, en esos primeros días [del golpe militar], curas y religiosos con su fusil al hombro, su pistola y su cartuchera sobre la negra sotana”. Mariano Ayerra, sacerdote de Alsasua, 1936.
“Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas. ¡Es guerra santa! Un día volverán al seminario mejorados. Toda esta gloriosa diócesis, con su dinero, con sus edificios, con todo cuanto es y tiene, concurre a estagigantesca cruzada”.Marcelino Olaechea Loizaga, 6 de noviembre de 1936.


Aprovechando la última masiva beatificación dominical de Tarragona, no estaría mal recordar que los dos partidos presentes en la misma, PP y CiU, descendientes de la oligarquía franquista y monárquica, también fueron de la mano en la Guerra Civil. Es importante saberlo para que ahora la gente no se deje arrastrar por los mismos en la sinrazón y el enfrentamiento nacionalista. En la guerra civil, tristemente como en todas las guerras, fueron asesinadas miles de personas inocentes injusta y cruelmente. Pero es fundamental que sepamos que ese velo de santidad e inocencia que presume la Iglesia es falso. La Iglesia no es víctima de esta guerra, sino un bando activo, que aprovechó la guerra para alcanzar unos objetivos materiales, políticos e ideológicos. En palabras del arzobispo de Toledo y primado de España, Isidro Gomá y Tomás: “Una restauración totalitaria de la vida cristiana”. Lo que vendría a derivar en una involución social bajo un represivo régimen fascista–católico.


El golpe militar fue desde un principio apoyado y jaleado por la Iglesia católica. La posterior guerra y dictadura contó con su ferviente colaboración. No fue el anticlericalismo violento el que hizo a la Iglesia tomar partido. Antes de conocerse los pormenores de éste, el arzobispo de Zaragoza, Rigoberto Domenech, poco más de veinte días después de la sedición militar justifica el mismo porque “no se hace en servicio de la anarquía, sino en beneficio del orden, la patria y la religión”. A los dos meses, el cardenal primado de España, Isidro Gomá, describía lo que era para él la guerra en una alocución radiofónica con motivo de la caída de Toledo a manos del ejército fascista: “El choque de la civilización contra la barbarie, del infierno contra Cristo, debían sucumbir primero,…, los adalides de la civilización cristiana, los abanderados de Cristo… Gloria a los mártires”.


La Iglesia católica fue un bando, claramente, beligerante en la guerra civil española, una facción que animó y participó en el exterminio y la persecución. Que colaboró activamente en las venganzas y los asesinatos. Nunca la Iglesia católica trabajó en pos de la paz y la unidad de los españoles. Todo lo contrario. Desde el advenimiento de la República rechazó abiertamente sus instituciones y nunca estuvo dispuesta a renunciar a sus privilegios propios del Antiguo Régimen. Cuando en julio de 1936 se produjo el golpe de estado corrió rauda y gozosa a empuñar las armas en una nueva y, en sus palabras, “santa Cruzada”. Nunca mostró piedad cristiana y se lanzó a un sanguinario y cruel revanchismo convirtiéndose en uno de los pilares sobresalientes de la represión, la ingeniería social y la venganza fascista. Ni ha buscado nunca la reconciliación pidiendo perdón por sus crímenes. El orgullo y la soberbia, graves pecados, es lo que ha guiado la conducta de su cúpula.


Como recordaría, más tarde, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, que se encontraba en Tuy en julio de 1936:“todos los sacerdotes del lugar aceptaron la sublevación militar con alegría y apoyaban al ejército como un deber de conciencia”. Esta dinámica fue habitual en Navarra, donde miles fueron asesinados sin que se diera ningún tipo de enfrentamiento armado. El fanatismo religioso que impregnaba lo que consideraban una guerra santa se dejaba ver en los actos del contingente de requetés donde se encontraban numerosos religiosos combatiendo. A poco menos de un mes del golpe militar, durante la procesión de la Virgen del Sagrario en Pamplona, milicianos falangistas y requetés asesinaron a decenas de presos, entre ellos, curas supuestamente nacionalistas “los sacerdotes dieron la absolución en masa a los restantes, las ejecuciones se llevaron a cabo y los camiones volvieron a Pamplona, a tiempo para que los requetés se incorporaran a la procesión que estaba entrando en la catedral”.


Y es que el ardor guerrero había infectado el discurso y los actos de la plana mayor de la jerarquía católica española. Palabras como “cristianísimo Imperio español”, “judío–masónico”, “liberación”, “santa Cruzada” o “plebíscito armado”tenían sus oraciones. En la Pastoral de 30 de septiembre de 1936, “Las dos ciudades”, el obispo de Salamanca, Enrique Pla y Deniel deja bien a las claras que lo que se vive es una “santa Cruzada” para la Iglesia española: “Enhorabuena que los ciudadanos españoles, haciendo uso de un derecho natural, se hayan alzado para derrocar un gobierno que llevaba la nación a la anarquía […]. El carácter de la actual lucha que convierte a España en espectáculo para el mundo entero. Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden […]. Una cruzada por la religión y por la patria y por la civilización”.


Evidentemente, no todos los religiosos actuaron de esta manera. Seguro que muchos que no estaban de acuerdo con estas consignas perecieron injusta y cruentamente. A todos ellos nuestra admiración y respeto como seres humanos vilmente asesinados. Pero, entre la jerarquía católica esto fue un desierto. Hasta el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea que alababa la bondad de esta guerra santa “vivimos una hora histórica en la que se ventilan los sagrados intereses de la religión y de la patria, una contienda entre la civilización y la barbarie” y bendijo a sus cruzados, se horrorizó de los crímenes y venganzas de los suyos: “Ni una gota más de sangre de venganza”. Pero sus palabras no tuvieron eco entre sus filas. Ya era demasiado tarde. La sangre de venganza corría por toda España. Asimismo, no importaba que se fuera religioso. Era muy importante ser religioso del bando fascista – tradicionalista, porque si no, se corría el riesgo de ser fusilado como a decenas de curas supuestamente nacionalistas o, si se protestaba contra estas infames acciones ser amenazado de muerte como le ocurrió al obispo de Vitoria, monseñor Mateo Múgica.


En cambio, la jerarquía católica y Franco fueron uña y carne. Unidos por una férrea cohesión ideológica y unos mismos objetivos. El obispo de Vic, Joan Perelló, quería una “profilaxis social”, sabía que se necesitaba un “bisturí para sacar la pus de las entraña de España”. La pus, evidentemente, eran las personas con una ideas políticas opuestas a las suyas. Para regocijo suyo, Francisco Franco, pensaba lo mismo que él y declaraba sentirse “dispuesto a exterminar si fuese necesario a toda esa media España que no me es afecta” con el propósito de “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias, destruida en el siglo XVIII”. Y el cardenal primado, arzobispo de Toledo, Isidro Gomá, seguía tenazmente la línea ideológica del Movimiento Nacional: “Judíos y masones, envenenaron el alma nacional con doctrinas absurdas, con cuentos tártaros o mongoles aderezados y convertidos en sistema político y social en las sociedades tenebrosas manejadas por el internacionalismo semita”. Discurso histórico de la Iglesia Católica que tras la derrota nazi y el descubrimiento del Genocidio hubo que maquillar y hasta ocultar.


No solo el catolicismo español apoyó el golpe militar, cuando ya los crímenes eran bien conocidos y el nuevo régimen afirmaba sus postulados fascistas y totalitarios, el arzobispo de Westminster, cardenal Arthur Hinsley, en una carta remitida a Franco el 28 de marzo de 1939, en agradecimiento al envío de una foto autografiada por éste, le expresaba su admirada devoción: “Le considero el gran defensor de la verdadera España, el país de los principios católicos donde la justicia social católica y la caridad se aplicarán al bien común bajo un gobierno firme y pacífico”. El Vaticano mostró una extraña ambivalencia y pragmatismo político. Pío XI reconoció a Franco en mayo de 1938, aunque no tuviera una gran afinidad con él. Igualmente contradictorio fue su bendición de las tropas fascistas italianas que marchaban a invadir Abisinia en 1935. Luego Pío XII felicitaría efusivamente al general Franco en un telegrama, el 1 de abril de 1939: “Levantando nuestro corazón al señor, agradecemos sinceramente, con V.E, deseada victoria católica España”. Y, unos días más tarde, el 16 de abril de 1939, en un radiomensaje a los fieles de España se expresaba de tal forma: “Con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la Paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos”. Cierto es que hubo sufrimientos, pero por ningún sitio se atisbó un poco de “caridad” o “paz”. Y en ningún caso “piedad” o “perdón”.

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