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La Fiesta Nacional

E hizo Dios animales de la tierra según su género, y
ganado según su género, y todo animal que se arrastra
sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era
bueno…………………………….. Génesis 1:25
        EXPOSICIÓN DE ARTE TAURINO: ¡DELÉITESE!        

 

Oh, pregonero de muerte que al Hades rindes tributo
solo el dolor es el fruto de tus retorcidos goces.
Cruel desplante entre mujidos de una espantosa
tortura recomponiendo figura ante la indefensa res.
Desbocada perversión tu afeminada templanza detrás
de heridas de lanza que destrozan al astado, luego
siguen los rejones rompiendo el lomo animal, el toro
sangrando tu arte, tu derrochando crueldad.

Ah, por fin la muerte llega poniendo fin a la “fiesta”
carnicera y manifiesta de la incultura señal.

 

La sangre de la canícula.

Con la llegada del verano, algunos pueblos de España, se entregan con verdadera pasión a una suerte de atávica atracción, de origen medieval-testicular, por el gran espectáculo del sufrimiento animal. Tiempo goyesco de toros perseguidos, patos degollados, cabras volantes, campanarios de sangre. La desbordante imaginación de los ritos recuerda a esas exposiciones sobre los instrumentos de tortura de la Inquisición, y demuestra que, cuando se trata de hacer daño al prójimo, aunque el prójimo sea una vaquilla, hasta el más tonto es creativo. Esta, digámoslo así, temporada de los horrores estivales se abre a finales de junio en el pueblo cacereño de Coria con el Toro de San Juan. El animal corre intramuros mientras la gente le lanza los soplillos, gruesos alfileres que se le clavan en la piel. Es como jugar a los dardos, pero a lo bestia, y cuando el toro ya agoniza, y por tanto pierde su gracia como palpitante diana móvil, lo matan pegándole un tiro. Como la fiesta «está documentada desde el s. XIII», hace ya tiempo que la declararon de Interés Turístico. La coartada histórica es típica de estos festejos. Siempre hay un cronista local, epígono de esos intelectuales que siempre ha estado ahí para justificar desde el antisemitismo hasta el apartheid, dispuesto a desempolvar antiguos legajos municipales con los que dar pedigrí al soplillo, a la lanza, al desvarío. Y, en fin, lo mismo que comienza la temporada con la bacanal de sangre cacereña, termina en la segunda semana de septiembre en Tordesillas con el Toro de la Vega. Conocida antes, más bien, por ser sede y dar nombre al tratado que en 1494 decidió el reparto del Nuevo Mundo entre España y Portugal, Tordesillas ha pasado a serlo por su persistencia en mantener el salvaje espectáculo del Alanceamiento del Toro, en el que una multitud enardecida, a caballo y a pie, envuelta en una nube de polvo y alaridos, persigue y alancea el animal hasta la muerte. Las protestas, cada año, llegan desde medio mundo e inundan la Red, pero lo único que han conseguido es que al valiente que remata al toro ya no se le permita cortarle los testículos, ensartarlos en la punta de su lanza y pasearse de esa guisa, ufano, por las calles del pueblo. Y este Alanceamiento es, también, otro ejemplo de cómo un delito penal tipificado –como es el del maltrato animal- se diluye en su dimensión pública cuando toda una localidad, con su orgullosa alcaldesa al frente, lo alienta y ejecuta. Tiempo de verano, tiempo de sangre. De nuevo, la frase de don Quijote, tantas veces citada aquí, viene a cuento como un guante: Cosas veredes, querido Sancho, que te harán caer del caballo. Y tanto.

“El mar, pues, entregó los muertos que había en él,
y la muerte y el infierno entregaron los muertos
que tenían dentro, y se le dio a cada uno la sentencia
según sus obras”
Apocalipsis 20 – 13

 La gran mayoría de los taurinos son auténticos
creyentes y convencidos cristianos. Yo no entiendo
mucho del tema y con esto no quiero decir que no
crea en Dios, pero bueno, creo que si el infierno o muerte
existe ha de ser para algo.   Para aquellos que matan causando

tanto dolor pordinero o incluso por placer… Para aquellos que
viven de este negocio oscuro, los que crían toros
que venderán para que sean masacrados públicamente.
Para los que se enriquecen a costa del desprecio
hacia la vida…
 
La misma Iglesia reconoce: aquel que muera en una
corrida de toros esta excomulgado y condenado…
y esto no lo he dicho yo, ¡eh!   
“Todos los animales esperan de ti que les des a su
tiempo el alimento. Tu se lo das y acuden ellos a
recogerle; en abriendo tu la mano, todos se hartaran
de bienes. Mas si tu apartaras tu rostro, túrbanse;
les quitas el espíritu, dejan de ser, y vuelven a
parar en el polvo de que salieron”
Salmo 103 27-29
 ”No a las corridas de toros en TVE y las demás cadenas públicas.
Si TVE es la televisión de todos los españoles, ¿por qué no preguntan antes de decidir sus contenidos a los espectadores? ¿Por qué tenemos que encender la tele y ver cómo están matando a un animal lentamente y haciendolo sufrir solo para que se diviertan los 3 paletos de siempre? ¿Por qué en lugar de emitir buenas series, documentales, informativos hay que aguantar ver cómo se ríen de los derechos de los animales fomentando la violencia contra ellos?.fin«DE SALUTIS GREGIS DOMINICI».
Promulgada y no revocada, el 1 de noviembre de 1567 por San Pío V, en la que califica a los espectáculos taurinos de obra «no de hombres sino del demonio», prohíbe participar en las mismas, y niega sepultura eclesiástica a los participantes que pudieran morir en el coso. Pero serán muchos menos los que hayan tenido acceso a su texto íntegro, el cual se ha procurado que permanezca desconocido incluso en los años inmediatos a su publicación. En realidad, en España nunca llegó a publicarse por la intervención de Felipe II, y ello a pesar de la orden expresa que en la misma se señala: «… apelando al juicio divino y a la amenaza de la maldición eterna, que hagan publicar suficientemente nuestro escrito en las ciudades y diócesisis propias y cuiden de que se cumplan, incluso bajo penas y censuras eclesiásticas, lo que arriba hemos ordenado». Pío V

A través del amigo Mitxel Arozena Yarza hemos tenido la oportunidad de acceder tanto al texto original como a una fiable traducción de la mencionada Bula y, tras su atenta lectura, podemos comprender perfectamente el afán de que su contenido permanezca oculto: la Bula supone la excomunión a perpetuidad, sin otros ambages ni posibilidad de derogación, de todos aquellos que permitan, por tener autoridad para ello, o participen directamente, en espectáculos taurinos. Y es ese mismo texto original, y traducción del mismo, el que ahora ofrecemos a cualquier lector taurino interesado, atreviéndonos a recomendarlo muy especialmente a quienes se declaren católicos y deseen ser consecuentes con su fe.
Pero antes, para poder comprender mejor el verdadero alcance del texto que comentamos, será también interesante conocer algo del cómo, cuándo y porqué de la Bula.

fin

CÓMO, CUÁNDO Y POR QUÉ.

En 1567, el entonces Papa Pío V (después San Pío V) horrorizado por la crueldad de los espectáculos taurinos que se celebraban en Italia (principalmente en su modalidad de despeño por el Testaccio), Portugal, España, Francia y algunos países suramericanos, y tras encargar un informe sobre los mismos a diversos ilustres, en su mayor parte españoles, decide redactar la Bula de prohibición. Pero sabe que, si bien en Italia no va a encontrar obstáculos para que se cumpla lo ordenado (en realidad, en Italia se prohíben de inmediato tales espectáculos) en el resto, y sobre todo en España, se va a producir una enconada oposición. Así, en Portugal tarda tres años en hacerse pública y sólo consigue instaurar la costumbre, hasta ahora mantenida, de despuntar los cuernos a los toros para evitar peligro a los toreros; en Francia, donde tampoco fue nunca publicada, sólo logró imponerse muchos años después y tras obligadas intervenciones de sus obispos (excepto en su zona sur, como es bien sabido); y en Méjico, donde sí fue publicada y debatida por sus obispos, pero ignorada por los poderes públicos.
Por dicha razón, Pío V la redacta en unos términos que resulten inequívocos de su voluntad y no dejen posibilidad de futuras revocaciones: «… prohibimos terminantemente por esta nuestra constitución, que estará vigente perpetuamente… Dejamos sin efecto y anulamos y decretamos y declaramos que se consideren perpetuamente revocadas, nulas e irritas todas las obligaciones, juramentos y votos que hasta ahora se hayan hecho o vayan a hacerse en adelante… Sin que pueda aducirse en contra cualesquiera constituciones u ordenamientos apostólicos y exenciones , privilegios, indultos, facultades y cartas apostólicas concedidas, aprobadas e innovadas por iniciativa propia o de cualquier otra manera a cualesquiera personas, de cualquier rango y condición, bajo cualquier tenor y forma y con cualesquiera cláusulas, incluso derogatorias de derogatorias…». (El resto de la bula papal AQUÍ).
Pero a pesar de tan manifiesta voluntad de que su Bula se cumpliera, en España, como ya hemos comentado, ni siquiera fue hecha pública. Muy al contrario, Felipe II intentó, incluso con coacciones (recuérdese que en esta época el Vaticano solicita la alianza de España para acabar con el dominio turco en el Mediterráneo), que Pío V la derogase, sin conseguirlo. En realidad, dados los términos en que había sido redactada, no había ya posibilidad de derogación ni por su promulgador. Sin embargo, Felipe II no cejó en su empeño, y en cuanto Pío V murió, volvió a perseverar con su sucesor, Gregorio XIII, a quien presionó por medio de los embajadores españoles, logrando finalmente (el 25 de agosto de 1585, poco antes de su muerte) que promulgase la Encíclica Exponi nobis, cuyos términos no dejan de ser curiosos: levanta a los laicos la prohibición de asistencia a las corridas, pero ordena que tales festejos no se celebren en días festivos, y mantiene la prohibición de asistencia a los clérigos… Estos se sienten especialmente ofendidos y adoptan una actitud rebelde, hasta tal punto que algunos de los que imparten clases en la universidad de Salamanca no sólo asisten y promueven corridas de toros, sino que manipulan el contenido de la encíclica para que sus alumnos crean que la pretendida derogación también los alcanza a ellos.
Informado Sixto V, sucesor de Gregorio XIII, de tales desobediencias, el 14 de abril de 1586 remite al obispo de Salamanca el Breve Nuper siquidem, dándole «facultad libre y autoridad plena, tanto para que impidas las dichas enseñanzas [las que los clérigos impartían falazmente sobre la derogación de la bula de Pío V] cuanto para que prohíbas a los clérigos de tu jurisdicción la asistencia a los citados espectáculos. Así mismo te autorizamos para que castigues a los inobedientes, de cualquier clase y condición que fueren, con las censuras eclesiásticas y hasta con multas pecuniarias recabando en su caso el auxilio del brazo secular para que lo que tu ordenes sea ejecutado sin derecho de reclamación ante Nos y ante nadie. No servirá de obstáculo para el cumplimiento de esta Nuestra disposición, ninguna ordenación ni constitución apostólica, ni los Estatutos de la Universidad, ni la costumbre inmemorial, aunque estuviera vigorizada por el juramento y la confirmación apostólica».
Dicha constitución fue recurrida por los clérigos de la universidad salmantina ante el Rey, para que éste solicitara su derogación al papa, pero curiosamente Felipe II no la diligenció, posiblemente por suponer que no tendría efecto ante Sixto V, Papa especialmente rígido e independiente, y preferir aguardar a una mejor ocasión.
Pero a Sixto V le sucede Gregorio XIV, quien tampoco se muestra dispuesto a ceder a las presiones, por lo que Felipe II y los clérigos salmanticenses deben esperar al papado de Clemente VIII, del que, por fin y tras muchas gestiones que tardaron cuatro años en concluir, el 3 de enero de 1596 consiguen el Breve Suscepti muneris, que pretende derogar la Bula de Pío V. Y decimos «pretende» porque resulta evidente su nulidad gracias a las previsiones tomadas al respecto en la Bula De Salute Gregis Dominici.
A partir de ese momento deben transcurrir 84 años y 8 papados antes de que vuelva a producirse alguna intervención oficial pontificia sobre el asunto taurino: efectivamente, el 21 de julio de 1680 el Papa Inocencio XI, bien conocido por su lucha contra el nepotismo, remite un Breve a través del nuncio en España, memorando la vigencia de las prohibiciones pontificas al respecto. Dicho Breve llega a manos del rey Carlos II con un escrito del cardenal Portocarrero, recordándole «cuánto sería del agrado de Dios el prohibir la fiesta de los toros…». Posiblemente por la crítica situación de la monarquía española en esos momentos, no se tienen noticias de cualquier efecto de este último documento.
Pero la prohibición de asistencia a los clérigos a las corridas vuelve a recapitularse en el código de Derecho Canónico, canon 140 (No asistirán a espectáculos… en que la presencia de los clérigos pueda producir escándalo…»); y en el código vigente, canon 285 («Absténganse los clérigos por completo de todo aquello que desdiga de su estado, según las prescripciones del derecho particular.») quedando pocas dudas de su alcance a los espectáculos donde los animales sufren crueles maltratos; o en declaraciones como las del Cardenal Gasparri, secretario de Estado del Vaticano, quien en 1920 escribía a la S.P.A. de Tolón: «La Iglesia continúa condenando en alta voz, como lo hizo la santidad de Pío V, estos sangrientos y vergonzosos espectáculos»; o monseñor Canciani, Consultor de la Congregación para el Clero de la Santa Sede, quien en 1989 declara la validez de la Bula en declaraciones públicas recogidas, entre otros, por Diario 16 el 5 de junio de dicho año.

“Y vi a los muertos grandes y pequeños estar delante del trono,
y abriéndose los libros de las conciencias, y abriose también
otro libro, que es el de la vida, y fueron juzgados los muertos
por las cosas descritas en los libros según sus obras”

Apocalipsis 20 12

Youtube tuvo la desfachatez de suspender cuentas de usuarios
antitaurinos como si tuvieran el monopolio de páginas de subida
de vídeos.Difunde y lucha contra la injusticia de los cómplices
del maltrato, la tortura y el asesinato de animales.
La vieja España negra tortura, youtube, marrón de mierda.

El gusto por los toros debe ser siempre privilegio exclusivo de las vacas

fin

superduque