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Santiago from anabel amiens on Vimeo.
Nació Rosalía de Castro en Santiago de Compostela el 24 de febrero de 1837. En su partida de nacimiento figura como ««hija de padres incógnitos»», puntualizándose, sin embargo, que ««va sin número por no haber pasado a la Inclusa»».
Durante mucho tiempo la irregularidad de su nacimiento originó cierto desconcierto en la crítica, quizá porque se juzgaba impertinente o poco respetuoso con tal excelsa figura de las letras gallegas indagar en lo que parecían «trapos sucios» de la familia. Afortunadamente esos tiempos han pasado y hoy existen estudios rigurosos que permiten conocer perfectamente los antecedentes familiares de Rosalía.
Su madre, doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía, de familia hidalga venida a menos, nació el 24 de noviembre de 1804. Doña Teresa tenía treinta y dos años y tres meses cuando nació Rosalía. Su padre, don José Martínez Viojo, nacido el 7 de febrero de 1798 acababa de cumplir treinta y nueve, y era sacerdote; no pudo, por tanto, reconocer, ni legitimar a su hija, aunque sí parece que se interesó por ella y encargó de su cuidado a sus hermanas.
Fueron las tías paternas de Rosalía, doña Teresa y doña María Josefa, quienes se hicieron cargo de la chiquilla en los primeros tiempos, llevándola a vivir con ellas, primero en Ortoño en la casa familiar llamada «Casa do Castro», y después en Padrón.
Un detalle que queda sin aclarar es la personalidad de la madrina de Rosalía, la mujer que la llevó a bautizar y que, según la partida de nacimiento, se llamaba Francisca Martínez y era ««natural de San Juan del Campo»». Según los datos de Caamaño Bournacell, no era hermana del padre (pese a la similitud de su primer apellido, por otra parte muy corriente). ¿Podría ser alguien enviado por doña Teresa de Castro? No se sabe.
Parece, a la luz de los hechos conocidos, que la madre no se atrevió a afrontar sola el nacimiento de su hija en los primeros momentos, ya que en la partida de bautismo Rosalía parece como hija de ««padres incógnitos»». Es una actitud disculpable y explicable por la presión social e incluso por la vergüenza que debió de producir aquel nacimiento «sacrílego» en la familia materna.
Aunque no sabemos con exactitud en qué momento doña Teresa se hizo cargo de su hija, se van encontrando testimonios que indican que lo hizo cuando Rosalía era aun una niña. En un registro del Ayuntamiento de Padrón del 17 de septiembre de 1842, dado a conocer por Manuel Pérez Grueiro (véase Andrés Pociña y Aurora López, Rosalía de Castro. Estudios sobre su vida y su obra, p. 24), consta que reside en aquella localidad doña Teresa de Castro, con su hija Rosalía y una criada llamada María Martínez. En ese registro se dice que el estado civil de doña Teresa es el de soltera y que tiene treinta seis años (dato erróneo, ya que, partiendo de la fecha de nacimiento del Libro de Bautizados de Iria Flavia, había nacido el 24 de noviembre de 1804; estaba, pues, a punto de cumplir treinta y ocho años). Rosalía tiene en ese momento cinco años y siete meses. ¿Fue entonces cuando su madre se la llevó a vivir con ella? Mientras no aparezcan otros documentos, se puede considerar que probablemente esa es la fecha en la que madre e hija comenzaron a vivir juntas.
Un capítulo interesante desde el punto de vista psicológico lo constituyen las relaciones de Rosalía con su madre. No sabemos si doña Teresa vio con frecuencia a su hija mientras ésta vivió con la familia paterna; quizá sí. Y el hecho de vivir con ella desde los cinco años explica el profundo cariño que llegó a inspirar a su hija. Rosalía se casa en el año 1858, interrumpiéndose la convivencia entre las dos mujeres. Doña Teresa muere repentinamente cuatro años más tarde, en 1862. Rosalía escribe entonces un tomito de poesías, A mi madre, donde da muestras de un gran dolor y sobre todo de un sentimiento de soledad que ya no la abandonará nunca. Nada pudo llenar el hueco que había dejado la madre en su vida.
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Rosalía debió de sentir por su madre, además de cariño, compasión y agradecimiento. Como tantas protagonistas de sus poemas, su madre era la pobre mujer enamorada y engañada por el varón. Pero era también la mujer que, finalmente, se enfrentó a la sociedad para reconocer el fruto de su desliz y reparar así su falta. En su primera novela La hija del mar, Rosalía brinda un homenaje al valor de su madre cuando, refiriéndose a una niña expósita dice: ««Hija de un momento de perdición, su madre no tuvo siquiera para santificar su yerro aquel amor con que una madre desdichada hace respetar su desgracia ante todas las miradas, desde las más púdicas hasta las más hipócritas»».
No sabemos hasta qué punto estos acontecimientos de los primeros años de su vida y su nacimiento irregular influyeron en el carácter y en la obra de Rosalía. La crítica ha tendido a destacar la importancia de aquellos hechos. Rof Carballo señaló la coincidencia de ciertos rasgos de su mundo poético con la ausencia de una «imago» paterna en la formación de su personalidad.
José Luis Varela interpreta el símbolo de la negra sombra poniéndolo en estrecha relación con la «oscuridad» de sus orígenes.
Xesús Alonso Montero destaca la presión social que sufrieron la niña y la madre y cómo ese ambiente condicionó la personalidad adulta de Rosalía.
En cuanto a mí, no me cabe duda de que algunos caracteres de su visión del mundo -por ejemplo, la vinculación de amor, remordimiento, pecado- están íntimamente relacionados con su historia familiar.
Aunque la sociedad gallega tenga frente a los hijos naturales una actitud más abierta y comprensiva que otras sociedades, el hecho de ser «hija de cura» debió de inclinar la balanza negativamente del lado de las reticencias. No parece extraño que en una niña sensible e inteligente la falta de padre y su condición de fruto de amores prohibidos influyeran en su carácter y en su concepción de la vida.
¿Qué clase de instrucción recibió Rosalía? Parece que fue escasa. No sabemos si cursó estudios, aunque los biógrafos se inclinan a pensar que no, excepto algo de Dibujo y Música en las aulas de la Sociedad Económica de Amigos del País. Un índice de su escasa escolaridad son las abundantes faltas de ortografía de los autógrafos que conservamos de ella.
Un capítulo importantísimo en su vida son sus relaciones con Manuel Murguía con quien contrae matrimonio el 10 de octubre de 1858. Las opiniones de la crítica sobre la vida en común de la pareja son tan contradictorias que pueden sumir al lector en la perplejidad.
Xesús Alonso Montero afirma ««siempre he creído que la decisión de casarse con este hombre es un acto propio de quien, abrumado por las circunstancias, se ve en la necesidad de aceptar la menor oportunidad»».
Por el contrario, leemos en Bouza Brey: ««Daman do seu home, pois, entróu Rosalía na groria, xa que foi o primeiro ademirador das suas escelsas coalidás poéticas, con sacrificio escomasí das propias, como ben señala o escritor don Xoán Naya; e nunca xamáis lle pagará Galicia a don Manuel Murguía o desvelo que puxo en dar a conocer as vibracións de aquel esquisito esprito. O nome de Murguía ten de figurar ó frente de toda obra de Rosalía polo amoroso coido que puxo no seu brilo frente á recatada actitude da súa esposa, apartada sempre dos cenáculos onde se forxan, con razón ou sin ela, as sonas literarias»».
Si en su vida íntima fueron felices o desgraciados, si hubo por parte de Murguía infidelidad, ya sólo lo sabrán ellos y algunos que no han querido decirlo. A nosotros nos toca únicamente exponer los hechos que conocemos y darles nuestra propia interpretación.
Un hecho que me parece altamente significativo y que ya comenté en otro lugar es la destrucción de las cartas de Rosalía que realizó su esposo, al final de su vida. El propio Murguía nos cuenta este episodio:
Como ya se acercan los días de la muerte, he empezado por leer y romper las cartas de aquella que tanto amé en este mundo. Fui leyéndolas y renovándose en mi corazón alegrías, tristezas, esperanzas, desengaños, pero tan llenas de uno que en realidad, al hacerlas pedazos, como cosas inútiles y que a nadie importan, sentí renovarse las alegrías y dolores de otros tiempos.
Verdaderamente la vejez es un misterio, una cosa sin nombre, cuando he podido leer aquellas cartas que me hablaban de mis días pasados, sin que ni mi corazón ni mis ojos sangraran. ¿Para qué?, para que me decían. Si hemos de vernos pronto, ya hablaremos en el más alla.
Si es cierto que, gracias a su esposo, Rosalía se lanzó a la vida literaria y eso le hemos de agradecer, también lo es que nos privó, con la destrucción de las cartas, de un elemento importante para conocer su carácter y su obra. ¿Cuántos misterios de su poesía, cuántas alusiones que nos desconciertan por ignorar su verdadero significado, no se hubieran aclarado conociendo sus cartas? Murguía era consciente de la importancia de ellas, aunque insista repetidamente en que sólo interesan a ellos dos:
Pero si las leí sin que mi alma se anonadase en su pena, no fue sin que el corazón que había escrito las líneas que acababa de leer, se me presentase tal como fue, tal cual nadie es capaz de presumir.
Adios Rios from anabel amiens on Vimeo.
Es, pues, la imagen de Rosalía ««tal como fue, tal cual nadie es capaz de presumir»» lo que Murguía destruyó para la posteridad. Cabe preguntarse por qué. Quizá porque la imagen de su vida matrimonial no era tan perfecta o ejemplar como él hubiera, a posteriori, deseado.
En las escasas cartas o fragmentos conservados, encontramos reproches unidos a confesiones de cariño, exigencias o disculpas por esas exigencias, que pueden parecer excesivas. Veamos algún ejemplo:
Mi querido Manolo: No debía escribirte hoy, pues tú me dices lo haga yo todos los días, escaseas las tuyas cuanto puedes, pues casualmente los dos días peores que he tenido, hasta me aconteció la fatalidad de no recibir carta tuya. Ya me vas acostumbrando, y como todo depende de la costumbre, ya no hace tanto efecto; sin embargo, estos días en que me encuentro enferma, como estoy más susceptible, lo siento más. Te perdono, sin embargo, aunque sé que no tendrías otro motivo para no escribirme que el de algún paseíto con Indalecio, u otra cosa parecida.
Veamos otro fragmento:
Estando lejos de ti vuelvo a recobrar fácilmente la aspereza de mi carácter que tú templas admirablemente, y eso que, a veces, me haces rabiar, como sucede cuando te da por estar fuera de casa desde que amanece hasta que te vas a la cama, lo mismo que si en tu casa te mortificasen con cilicios.
La impresión que sacamos de los escasos restos conservados es que Rosalía encontró en Murguía uno de los pocos apoyos de que disfrutó en su vida, que le consideraba como ««la persona a quien más se quiere en el mundo»», que muchas veces no se sentía correspondida en la misma medida, y que, entonces, o rabiaba o hacía ««reflexiones harto filosóficas respecto a la realidad de los maridos y la inestabilidad de los sentimientos humanos»».
Un punto de la biografía de Rosalía en el que hubo bastante confusión se refiere al número de sus hijos e, incluso, a su sexo. Tras los trabajos de Caamaño Bournacell -ya citado- y de Bouza Brey, la cuestión ha quedado aclarada. Tuvo los hijos siguientes:
Alejandra, nacida en mayo de 1859 en Santiago de Compostela, casi a los siete meses exactos del matrimonio de sus padres. Murió en 1937.
Aura, nacida en diciembre de 1868 (obsérvese el largo intervalo sin descendencia). Murió en 1942.
Gala y Ovidio, gemelos, nacidos en julio de 1871. La primera murió en 1964; Ovidio, en 1900.
Amara, nacida en julio de 1873. Murió en 1921.
Adriano Honorato Alejandro, nacido en marzo de 1875, murió en noviembre de 1876 a consecuencia de una caída.
Valentina, nacida muerta en febrero de 1877.
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Murió Rosalía el 15 de julio de 1885. Recordemos sus últimos momentos a través del relato de González Besada:
(…) recibió con fervor los Santos Sacramentos, recitando en voz baja sus predilectas oraciones. Encargó a sus hijos quemasen los trabajos literarios que, reunidos y ordenados por ella misma, dejaba sin publicar, dispuso se la enterrara en el cementerio de Adina, y pidiendo un ramo de pensamientos, la flor de su predilección, no bien se lo acercó a los labios sufrió un ahogo que fue el comienzo de su agonía. Delirante, y nublada la vista, dijo a su hija Alejandra: «Abre esa ventana, que quiero ver el mar», y cerrando sus ojos para siempre, expiró…
Desde Padrón, en donde murió Rosalía, no puede verse el mar. Impresionan esas últimas palabras de una persona para quien el mar fue una perenne tentación de suicidio. Recordemos sus versos:
Co seu xordo e costante mormorio
atráime o oleaxen dese mar bravío,
cal atrái das serenas o cantar.
«Neste meu leito misterioso e frio
-dime-, ven brandamente a descansar».
El namorado está de min… ¡o deño!
i eu namorada del.
Pois saldremos co empeño,
que si el me chama sin parar, eu teño
unhas ansias mortáis de apousar nel
Rosalía penetraba, por fin, en ese mar-muerte donde tanto había anhelado reposar.
La gloria y el honor sean concedidos a esta procer de las lenguas galegas y españolas
que dignificó la palabra, la poesía y el valor intrínseco de la mujer y su mundo interior.
Rosalía de Castro, (born February 1837, Santiago de Compostela, Spain—died July 15, 1885, Padrón, near Santiago), the most outstanding modern writer in the Galician language, whose work is of both regional and universal significance.
In 1858 Castro married the historian Manuel Murguía (1833–1923), a champion of the Galician Renaissance. Although she was the author of a number of novels, she is best known for her poetry, contained in Cantares gallegos (1863; “Galician Songs”) and Follas novas (1880; “New Medleys”), both written in her own language, and En las orillas del Sar (1884; Beside the River Sar), written in Castilian. Part of her work (the Cantares and some of the poems in Follas novas) expresses with sympathetic power the spirit of the Galician people—their gaiety, their wisdom and folklore, their resentment of Castilian domination, their love of their homeland, and the sorrows of poverty and emigration. About 1867, however, Castro began to write more personally, describing in verse her own deepest feelings—remorse, repressed desire, the anguish of living, the desolation of spiritual loneliness, fear of death, the transience of affection, the feeling that everything is in vain. Her complete works appeared in 1973.
Dedicado a Dña. Maite de Cortés Lladó y a tantos amig@s galegos que formaron
parte de mi vida y que siempre guardaré en mi recuerdo. — Antonio Ign. Duque
John Denver – Annie’s Song from anabel amiens on Vimeo.
John Denver, nacido como Henry John Deutschendorf, Jr. (Roswell, Nuevo México, 31 de diciembre de 1943-Bahía de Monterey, cerca de Pacific Grove, California, 12 de octubre de 1997), fue un cantante country, compositor, músico y actor estadounidense. Denver murió a los 53 años de edad cuando pilotaba un Rutan Long-EZ, un avión experimental de fibra de vidrio.
John Denver nació en Roswell, Nuevo México. Su padre, Henry Deutschendorf, Sr., era oficial de las fuerzas aéreas e instructor de vuelo. Denver nació cuando su padre estaba en el Roswell Army Air Field. Creció en numerosas bases del sudoeste estadounidense. Denver entró en el instituto en Fort Worth, Texas y más tarde en el Texas Tech donde fue miembro de la fraternidad Delta Tau Delta.
Su introducción en el mundo de la música llegó a la edad de doce años cuando su abuela le regaló una guitarra acústica 1910 Gibson. Empezó a actuar en clubes locales cuando aún estaba en la universidad. En 1964 abandonó la universidad y se mudó a Los Ángeles, California para ingresar en el Chad Mitchell Trio, un grupo folk. Dejó el grupo, por entonces conocido como Denver, Boise y Johnson, en 1969 para empezar una carrera en solitario.
Este mismo año lanzó su primer LP, Rhymes and Reasons. Durante los cuatro años siguientes, álbumes como Whose Garden Was This, Take Me to Tomorrow y Poems, Prayers and Promises se estableció como una estrella de la canción estadounidense popular.
Denver tenía una exitosa carrera como cantante y compositor, y una carrera menor como actor -su película más notable, hecha en 1977, fue Oh, God!. En 1994 escribió una autobiografía titulada Take Me Home. Se mudó a Aspen, Colorado persiguiendo su primer éxito en solitario con Leaving on a Jet Plane.
Denver no sólo es conocido como cantante, lo es por su labor humanitaria. Trabajó extensamente en proyectos de conservación y ayudó a crear el Arctic National Wildlife Refuge en Alaska. También fundó su propio grupo ecologista llamado Windstar Foundation. Denver tuvo también mucho interés en las causas y las soluciones del hambre, y visitó África durante la década de 1980 para ser testigo de primera mano del sufrimiento causado por el hambre y también para trabajar con los líderes africanos detrás de una solución.
Después de una agradable experiencia en The Muppet Show, grabó otros dos especiales con muñecos: John Denver and the Muppets: A Christmas Together (1979) y John Denver and the Muppets: Rocky Mountain Holiday (1982). Desafiando todas las etiquetas convencionales, John Denver ocupó un singular lugar en la música estadounidense: un compositor cuyo inmenso trabajo popular que habitaba el mundo natural. Canciones como Take Me Home, Country Roads, Leaving on a Jet Plane o Rocky Mountain High son famosas en todo el mundo. Las características de sus canciones son: una melodía dulce, un acompañamiento de guitarra elegante y una verdadera convicción en sus letras. Fue uno de los pocos cantantes occidentales conocidos más allá de Europa, incluyendo África, India y el sudeste asiático.
Justo en la cima de su carrera John Denver fue reconocido por el gobernador de Colorado como el poeta del Estado. En ese momento su discográfica “Windsong” era la responsable del éxito «Afternoon Delight» de Starland Vocal Band, él apareció en una gran cantidad de especiales de televisión y en 1977 tuvo una aparición estelar en la película “Oh, God!” junto a George Burns. Durante esa época también recortó significativamente su producción hasta 1980 con “Autograph”.
Hay un dicho ruso que dice que la primera manifestación de la primavera no nos dirá cómo será toda la estación, pero esa primera manifestación puede marcar el cambio a una estación más caliente. Esperamos que esta visita de John Denver conduzca a una relación cultural más cálida entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
El accidente de Denver ha ayudado a cambiar los sistemas de seguridad en aviones pequeños. La vida de Denver fue honrada en la Iglesia Presbiteriana de la Fe en Aurora, Colorado, el 17 de octubre de 1997.
The time is ripe for a MASS EXODUS from YouTube
And Vimeo is the same shit
Evangelina Sobredo Galanes, nació en Madrid el 11 de octubre de 1948. Era hija de diplomáticos españoles, y por ese motivo viajó durante su infancia por distintos países.
Sus primeros recuerdos de la infancia son ingleses y abarcan unos cinco años. Ya, en la adolescencia, comienza a actuar en las fiestas del colegio de fin de curso, afición que ya no abandonó nunca.
Sus primeras composiciones son en inglés, pero posteriormente se inclina más a componer en su idioma materno, el español, cosechando así sus grandes éxitos. En 1970 forma el grupo Expresión, grabando un single (Have you ever had a blue day? y Try Catch the Sun).
En 1971, es contratada por la multinacional americana CBS, hoy en día Sony-Music. Graba un primer single Mañana y en la cara B Reuníos, dedicada esta última a los Beatles. Este primer disco pasa bastante desapercibido, pero es ya en 1972 al grabar su primer álbum Cecilia, cuando empieza a cosechar sus primeros éxitos con canciones como Dama Dama, Fui, Señor y Dueño o Nada de nada.
Cecilia – Dama Dama (Video Playback TVE 1975 ) from anabel amiens on Vimeo.
En 1973 se publica su segundo trabajo, Cecilia 2, con un aire más intimista y más maduro. Cabe destacar de este disco temas como Andar, Un Millón de Sueños, Mi Ciudad y Canción de Amor.
Es en 1975, después de editar varios singles cuando publica el álbum Un Ramito de Violetas, cuya canción la consagró para siempre.
En este mismo disco se encuentra la canción Mi Querida España, con la que meses antes había tenido también un gran éxito. Este disco está además ilustrado con dibujos hechos por la propia artista, uno por cada canción. Meses más tarde Cecilia representaría a Televisión Española en el festival de la OTI con la canción Amor de Medianoche. La letra era de ella y la música de Juan Carlos Calderón. Quedó clasificada en segunda posición. A finales de año, publica su cuarto trabajo, que consiste en nuevas versiones de éxitos de años atrás incluyendo además la canción del festival.
En 1976, mientras trabajaba en su siguiente disco dedicado a poemas de Valle Inclán, publica el single Tú y Yo, con gran éxito durante ese verano. En la madrugada del 2 de agosto fallecía en accidente de tráfico a la vuelta de un concierto en Vigo. Cecilia era por entonces la cantante y autora de España más cotizada de la época.
Fue la única española en el dramático Club de los 27. El que forman Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y, desde fecha reciente, Amy Winehouse. Todos ellos murieron a esa edad. Al igual que Evangelina Sobredo, esa chica madrileña que triunfó como cantautora bajo el nombre artístico de Cecilia.
Nacida en octubre de 1948, a Cecilia le quedaban un par de meses para cumplir los 28. Pero dio su último concierto en Vigo, en la sala Nova Olimpia, el 2 de agosto de 1976. Esa madrugada, de regreso en coche a Madrid, se mataría en un pueblo de Zamora, al colisionar su 124 contra un carro de bueyes.
La creadora de Un ramito de violetas, Dama, dama, Mi querida España o Nada de nada había disfrutado de su recital. Todas las entradas en Vigo estaban vendidas. Y el empresario Alejandro Figueroa, propietario de Nova Olimpia, comentaría más tarde a la prensa que la cantante estaba exultante con su actuación. Y que le había gustado tanto la ciudad y su ría que pensaba buscar unos terrenos para construirse una casa en la playa.
Evangelina conocía bien el país. De hecho, su padre, José Ramón Sobredo, era de origen gallego. Militar de carrera y, más tarde, diplomático, desempeñó cargos en las embajadas de EE UU, Jordania, Costa Rica, Argelia y la República Popular China. Lo que brindó a sus hijos la oportunidad de criarse recorriendo el mundo. La crítica dice que el peculiar estilo de Cecilia procedía de sus influencias del exterior, con guiños a The Beatles o Paul Simon incluso en las portadas de sus discos.
Cuando da en Vigo su último concierto, Cecilia está en el apogeo de su carrera. Meses antes, el 15 de noviembre de 1975, había defendido a Televisión Española en el Festival de la OTI, con el tema Amor de medianoche, compuesto por el habitual Juan Carlos Calderón bajo el título La espera. En una muestra de carácter, la cantautora había rechazado la letra, que consideraba ñoña. Y la sustituyó por entero, introduciendo algunas pinceladas de crítica social. Fue un tímido acto de rebeldía, no comparable a la negativa de Serrat a cantar en Eurovisión. Pero con mérito, ya que Franco seguía vivo, a falta de cinco días para que su yerno, el marqués de Villaverde, se decidiese finalmente a desenchufarlo.
La sala Nova Olimpia estaba abarrotada para el concierto. En la espera, algunos comentarios iban para la noticia del día: el accidente del piloto de Fórmula 1 Niki Lauda en el circuito alemán de Nurburgring. El telediario difundió las imágenes en las que el campeón austríaco pasaba 45 segundos a bordo de su Ferrari en llamas y se le creía muerto. Aquella noche lo de Lauda era una noticia impactante sin que nadie pudiese sospechar que se avecinaba otro accidente terrible.
Viaje nocturno
Rematado el concierto, Cecilia y su grupo salieron de Vigo sobre las 3 de la madrugada, a bordo del Seat 124. Al día siguiente, a las 10, la cantante tenía grabación en Madrid. Estaba preparando un disco en el que versionaba poemas de Valle Inclán.
A las 5.40 horas de la madrugada, el coche colisionaba contra un carro de bueyes en la C-620 (hoy N-525), a su paso por Colinas de Trasmonte, en las proximidades de Benavente (Zamora). El carro transitaba sin luces y tampoco había alumbrado público en la aldea. Se dice que el 124 circulaba a gran velocidad, hecho que fue años después desmentido por el conductor, que sobrevivió a la colisión.
Como consecuencia del impacto, murió en el acto Cecilia, que viajaba dormida en el asiento trasero. También murió el batería del grupo, Carlos de la Iglesia. Y resultaron malheridos los otros dos ocupantes. El propietario del carro sufrió heridas muy graves. Al igual que su mujer, que iba de pie conduciendo a los bueyes. Para retratar la violencia del siniestro, uno de los animales salió despedido, proyectado contra un terraplén cercano.
El suceso dejó conmocionado al país. La muerte de Cecilia en el culmen de su carrera hizo correr ríos de tinta e inspiró programas de radio y televisión. Todavía en 1996 se editó un disco recopilatorio en el que cantaron versiones suyas artistas tan dispares como Raphael, Amaral o Alaska.
Vigo fue la última parada de una carrera intensa, que dejó a Cecilia como la única española del trágico Club de los 27. Evangelina Sobredo está enterrada en el Cementerio de la Almudena, en Madrid, en una tumba adornada por un ramito de violetas de plástico.
Tras su fallecimiento se publicó un nuevo single a modo de homenaje, compuesto por las canciones El viaje y Lluvia.
Biografía
Evangelina Sobredo Galanes, más conocida como Cecilia (El Pardo, Madrid, 11 de octubre de 1948 – Colinas de Trasmonte, Zamora, 2 de agosto de 1976), fue una carismática cantautora española que falleció en accidente de automóvil a los 27 años cuando estaba en la cima de su éxito.
Su carrera artística fue corta, pero consiguió gran popularidad con canciones como «Un ramito de violetas», «Mi querida España», «Dama, dama» o «Amor de medianoche», que lograron ser un éxito en España en la década de los setenta.
Evangelina Sobredo Galanes nació en El Pardo el 11 de octubre de 1948. Como una de los ocho hijos del militar y diplomático español José Ramón Sobredo y Rioboo (1909-1990) y María Dolores Galanes Saavedra (04.10.1917- 01.02.2013 a los 95 años), tuvo una infancia itinerante (Reino Unido, EE. UU., Portugal, Argel, Jordania) y una educación cosmopolita: aprendió a hablar en inglés al mismo tiempo que en castellano. Por eso sus primeras letras como cantautora fueron en estos dos idiomas por igual, aunque finalmente se decantó por el materno.
Se educó con una monja estadounidense que la animó a tocar la guitarra y a cantar en fiestas de fin de curso. De regreso a España, comenzó y abandonó los estudios de Derecho, porque decidió dedicarse por completo a la música y a componer sus propias letras con una calidad poética y literaria por encima de lo habitual en su tiempo.
Su lírica está vinculada al Existencialismo y a la canción de protesta feminista. Mantuvo una relación afectiva con el también músico Luis Gómez-Escolar, con quien colaboró en algunos trabajos.
Tal y como la propia Evangelina explica en las notas de su primer LP, la afición musical se desarrolló desde edad muy temprana en el entorno familiar y escolar. A su llegada a Madrid y comenzando sus estudios en la capital, comenzó a tocar y cantar canciones en inglés en diferentes colegios mayores. En esa época conoció a Julio Seijas y a Joaquín Torres, quienes serían determinantes en el comienzo de su carrera profesional. Empezó a componer sus propias canciones a los 14, y a los 16 ganó un importante concurso de cantautores a nivel nacional que le sirvió para poco más adelante grabar su primer sencillo junto a Nacho Sáez de Tejada (Nuestro Pequeño Mundo) y Julio Seijas, Eva Sobredo con el nombre de Expresión que incluía las canciones «Try catch the sun» y «Have you ever had a blue day?», cantadas en inglés con aire blues & folk y, aunque Evangelina y Julio Seijas siguieron colaborando, el grupo se disolvió, a pesar de su incipiente éxito.
En 1971 firmó contrato con la multinacional CBS, entonces recién instalada en España. Adoptó el nombre artístico de Cecilia debido a que «Eva» ya estaba registrado y el tema «Cecilia» de Simon y Garfunkel, a quienes admiraba, estaba siendo lanzado por su compañía de discos. Grabó su primer sencillo en solitario con las canciones Mañana y Reuníos. Esta última era un ruego para que volvieran los entonces recién disueltos Beatles. Aunque no supuso un gran éxito, el disco representó entonces una novedad en un panorama dominado por cantautores de influencia francesa como Mari Trini, Joan Manuel Serrat o Luis Eduardo Aute.
En 1972 lanzó su primer LP, con el título Cecilia. Es el único LP original que incluye temas en castellano e inglés. Una canción social de este disco, «Dama, Dama» (una crítica al falso puritanismo de las mujeres), fue un éxito, así como las existenciales «Nada de nada», «Mi gata Luna», «Fui» o «Señor y dueño» (que según sus propias palabras, era su canción favorita). La portada se debe al fotógrafo Paco Ontañón que retrató a Cecilia con un guante de boxeo en la mano derecha, en alusión a las letras comprometidas que contenía el álbum. Es también una clara referencia a la canción «The boxer» de Paul Simon.
Su tercer álbum, Un ramito de violetas, publicado en 1975, fue el mayor éxito de su corta y fulminante carrera. La canción que da nombre al disco fue la que tuvo más éxito del LP y por la que se suele recordar a Cecilia, quizá injustamente, ya que muchos de sus otros éxitos son también notables. Según su hermana Teresa, antes de ser canción fue un cuento. Junto a esta pieza destacan canciones como «Mi querida España», «Decir adiós» o «Sevilla». Es destacable que la portada y funda interior fue un trabajo de la propia Cecilia. La portada fue una pintura de la autora, así como cada canción, que recibió una ilustración procedente de sus pinturas, de estilo naïf.
Como muchos otros artistas, Cecilia tuvo algunos problemas con la censura existente en España durante la dictadura del General Franco. Algunas letras tuvieron que ser modificadas, ciertos temas fueron descartados de los discos y algunas de sus portadas fueron sustituidas. La canción «Dama, dama» fue suavizada en los versos que dicen «Puntual cumplidora del tercer mandamiento, algún desliz en el sexto» para dejar así el final del verso: «… algún desliz inconexo». El tema «Mi querida España» tuvo que ser modificado, y quedaron eliminadas las referencias a las Dos Españas (Esta España viva, esta España muerta, esta España blanca, esta España negra). Sin embargo, el texto fue publicado sin censura en la carpeta del LP. En algunas de sus actuaciones en vivo, Cecilia interpretaba los textos originales.
El álbum más problemático fue Cecilia 2. Su título iba a ser «Me quedaré soltera» y una fotografía de Pablo Pérez-Mínguez ilustraría la portada, con una Cecilia que mostraba su embarazo? La compañía discográfica desechó la idea, cambiando el título al disco y utilizando una fotografía más discreta de Ontañón. El tema «Un millón de sueños» supuso a Evangelina pasar por el juzgado. Su título original era «Un millón de muertos» en referencia a la novela homónima de José Maria Gironella. Su alusión a la Guerra Civil española era directa. Cecilia declaró que se trataba de un tema acerca de la Guerra de los 6 días, que vivió en persona, y el tema no fue modificado salvo en el título, si bien recibió el calificativo de «no radiable» de los censores y quedó fuera de las emisoras de radio por un tiempo.
Cecilia escribió temas para artistas como Julio Iglesias, Massiel, Mocedades y Rocío Jurado. A partir de su prematura muerte, varios artistas le rindieron homenaje, como Luis Gómez-Escolar, su compañero sentimental, María Ostiz, Miguel Bosé, Juan Erasmo Mochi, Betty Missiego, Silvia Tortosa, Elsa Baeza, Ana María Drack, Paloma San Basilio y Alfonso Pahino.
A pesar de no lograr colocar ninguno de sus temas en el número 1 de las listas de ventas o de radio fórmula como Los 40 Principales14? la buena recepción y popularidad de las canciones de Cecilia es incuestionable. Buena prueba de ello es que Cecilia ha sido versionada y reivindicada por una larga lista de artistas del todo el mundo. A modo de ejemplo se puede citar a Fangoria, Manzanita, Rocío Dúrcal, David Broza, Natalia Oreiro, Soledad Jiménez, El Canto del Loco, Amaral o Mi Banda El Mexicano. Se conservan además numerosos objetos personales y artísticos entre los que se cuentan instrumentos, trajes de sus actuaciones y varios de sus cuadros, como los que ilustran el disco Un ramito de violetas. Varios de estos objetos fueron expuestos en la Galería de Arte Inés Barrenechea en Madrid en 2011.
Biography
Evangelina Sobredo Galanes, known as Cecilia, (October 11, 1948 – August 2, 1976) was a Spanish singer-songwriter. She took her stage name from the song «Cecilia» by Simon and Garfunkel.
The daughter of diplomats, she was born in Madrid, spent her childhood in several countries (Spain, The United Kingdom, The United States, Jordan, Portugal) and was raised by an American nun. She attained a bachelor’s degree in law in Spain before deciding to dedicate herself to music and composition. Her ironic and lyrical songs, sung in a tiny voice, contributed to the existentialist and feminist movements of Spanish canción protesta (protest songs) of the 1960s and 1970s.
Her first steps in the music field were with the group Expresión, featuring Nacho Sáez de Tejada and Julio Seijas. She wrote and sang in English. This band only published a single in 1970. In 1971 she signed up a contract as a solo artist with CBS-Spain. Julio Seijas remained as a collaborative musician on Cecilia´s band. She tried to launch her career as ‘Eva’ but that name was already registered and in use by another Madrilenian artist. In those days, the CBS-Spain label had release Simon and Garfunkel´s hit «Cecilia» and Evangelina took on that stage name.
During her musical career as Cecilia, she released 3 LPs and 9 singles that were very well received by Spanish public.[1] Cecilia was also a successful artist in Latin America. Her recordings were released in most Latin-speaking countries. She performed live in Colombia, Venezuela and Puerto Rico. She represented Spain in the fourth edition of the OTI Festival in 1975, which was held in San Juan, Puerto Rico with the song «Amor de medianoche» (Midnight Love). She ended up first runner-up. In 1976 she was working on several artistic projects, such as a tribute to poet Ramón del Valle-Inclán and launching her music career in the U.S. She was also developing some work as a musical producer.
Safo (c. 600-? a.C.)
Poetisa lírica griega cuya fama hizo que Platón se refiriera a ella dos siglos después de su muerte como la décima musa. Nació en la isla de Lesbos, probablemente en Mitilene. Aunque no se sabe mucho acerca de su vida, perteneció al parecer a una familia noble y fue contemporánea del poeta lírico Alceo, de quien se supone fue su amante, y de Stesichorus. También se dice que se casó con un hombre rico de la isla de Andros y que tuvo una hija llamada Cleis. Otra leyenda, que no merece credibilidad alguna, sostiene que, tras ser rechazada por el joven marino Faón, se arrojó desde un acantilado en Léucade (una isla de la costa occidental de Grecia). No se sabe cuando murió, pero en sus poemas de última época se describe a sí misma como una anciana que goza de una vida tranquila, pobre, en armonía con la naturaleza.
Los fragmentos que hoy conservamos de sus poemas indican que Safo enseñó su arte a un grupo de mujeres jóvenes, con las que mantuvo una estrecha relación y para las que compuso sus odas nupciales cuando la abandonaron para casarse. El poeta Anacreonte (mediados del siglo VI a.C., es decir, una generación posterior a Safo), afirmaba, en referencia a este grupo, que Safo sentía un amor sexual por las mujeres; de ahí proceden los términos lesbianismo y safismo, que aluden a la homosexualidad femenina.
Safo escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos, pero apenas se conservan algunos fragmentos de todos ellos. Entre estos destaca la Oda a Afrodita, citada por el erudito Dionisio de Halicarnaso en el siglo I a.C. En el siglo XX se descubrió un papiro con nuevos fragmentos de sus poemas.
La poesía de Safo se caracteriza por la exquisita belleza de su dicción, su perfección formal, su intensidad y su emoción. Inventó el verso hoy conocido como oda sáfica (tres endecasílabos y un adónico final de cinco sílabas). Muchos poetas griegos posteriores asimilaron la influencia de Safo, en particular Teócrito.
Igual parece a los eternos Dioses
quien logra verse frente a ti sentado.
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y rota
Calla la lengua.
Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.
Cúbrome toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte,
Muerta parezco.
A Una Amada
Paréceme a mí que es igual a los dioses el mortal que se sienta frente a tí, y desde tan cerca te oye hablar dulcemente y sonreír de esa manera tan encantadora.
El espectáculo derrite mi corazón dentro del pecho. Apenas te veo así un instante, me quedo sin voz. Se me traba la lengua. Un fuego penetrante fluye en seguida por debajo de mi piel. No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos. Me cae a raudales el sudor. Tiembla mi cuerpo entero. Me vuelvo más verde que la hierba. Quedo desfallecida y es todo mi aspecto el de una muerta…
Soledad a Media Noche
Se han puesto ya la luna y las pléyades.
Es media noche. Pasa el tiempo.
Y yo sigo durmiendo sola.
En la Distancia
De veras, quisiera morirme. Al despedirse de mí llorando, me musitó las siguientes palabras: «Amada Safo, negra suerte la mía. De verdad que me da mucha pena tener que dejarte.» Y yo le respondí: «Vete tranquila. Procura no olvidarte de mí, porque bien sabes que yo siempre estaré a tu lado. Y si no, quiero recordarte lo que tu olvidas: cuantas horas felices hemos pasado juntas. Han sido muchas las coronas de violetas, de rosas, de flor de azafrán y de ramos de aneldo, que junto a mí te ceñiste. Han sido muchos los collares que colgaste de tu delicado cuello, tejidos de flores fragantes por nuestras manos. Han sido muchas las veces que derramaste bálsamo de mirra y un ungüento regio sobre mi cabeza.»
Cuasi Ventus
Amor ha agitado mis entrañas como el huracán que sacude monte abajo las encinas. Viniste. Hiciste bien. Yo te estaba aguardando. Has prendido fuego a mi corazón, que se abrasa de deseo.
Una Amada Ausente
Te igualaba a una diosa insigne, y tú te embelesabas con su canto como con otro ninguno. Pero se fue, y ahora sobresale entre las damas lidias lo mismo que la luna de rosados dedos eclipsa todas las estrellas una vez puesto el sol. Y su brillo baña de plata el mar salobre, e ilumina las campiñas floridas, donde ha caído el rocío y han brotado las rosas, el tierno perifollo, las dulces flores del trébol.
Mas en el ajetreo de su nueva vida no deja de añorar el cariño de su amada Atis, y en el pecho le duele de nostalgia el corazón.
Un Epigrama
Estas son las cenizas de Timade. Muertas antes de la boda, fue a parar al oscuro tálamo de Perséfone. Y una vez que ella pereció, con un acero recién afilado, todas sus compañeras colocaron aquí como ofrenda la graciosa cabellera de sus cabezas.
I
La luna luminosa
huyó con las Pleyadas;
la noche silenciosa
ya llega a la mitad;
la hora pasó, y en vela
sola en mi lecho, en tanto
suelto la rienda al llanto
sin esperar piedad.
II
Amor, que el pecho mío
continamente agita,
es dulce y es impío,
y es más que una avecita
volátil y ligero.
¡Ay! de su dardo fiero,
¿quién consiguió victoria?
Renueva, amada mía,
renueva la memoria
de cuando Atis ardía,
tu dulce amor odiaba
y a Andrómeda estimaba.
III
Desciende, Venus bella,
y en las doradas copas
con el suave néctar,
mezcla purpúreas rosas,
y a mis dulces amigos
que tu deidad adoran,
con divinal bebida
inspira y alboroza.
IV
Será tal vez hallada
simplecilla labriega,
si dulce amor hirióla
con su dorada flecha,
Amor el rapazuelo
de Venus Citerea,
que con su blanda mano
doma las bravas fieras.
Y la joven hermosa
nacida en la floresta,
siendo de amor tocada,
ya suaviza y templa,
las rústicas costumbres,
la esquivez de la selva,
plegando sus vestidos
con gracia y gentileza.
V
De los verdes manzanos
en las frondosas cimas,
con estruendoso ruido
las aguas se deslizan,
las puras frescas aguas
que el peñasco destila;
el delicioso estruendo
de las hojas movidas
del apacible viento
süave sueño inspira,
y con Venus hermosa
soñaba que dormía;
mas de las altas ramas,
del viento sacudida,
una roja manzana
de mi sueño me priva.
VI
Al Olimpo volara
si alitas yo tuviera,
cual cándida paloma,
y a Pafia la risueña
mis cuitas contara,
mis amorosas quejas,
y de allí a las alturas
de los montes viniera,
y enlazaran mis brazos
la causa de mi pena:
que el amor dulce amargo
con fiera violencia
mi corazón impele,
le arrebata y le lleva,
cual viento impetuoso
arranca por las selvas
en los excelsos montes
a las encinas gruesas.
VII
La graciosa doncella
en apartada estanza
pasa su edad florida
de delicias privada;
sus cuidadosos padres
dicen: -Amor la espanta,
allí vive contenta,
que no quiere de Pafia
las süaves caricias-;
mas, ¡ay!, niña cuitada,
que ya siente tu pecho
las amorosas llamas,
triste, cerrada y sola,
niña y enamorada.
VIII
Morirás, bella joven;
ni servirá ser bella,
ni quedará memoria
de ti sobre la tierra,
porque las frescas rosas
no has gozado de Pieria:
y así desconocida
irás a las cavernas
del horroroso Dite,
ni será quien te vea
cuando en las vanas sombras
des fugitivas vueltas.
IX
Alzad, alzad la casa,
artífices, que viene
el esposo gallardo,
que a Marte se parece:
al menos muy más alto,
muy más robusto y fuerte
que los más esforzados
que la ciudad contiene.
Todos de una vez toman
y de sus asas tienen
la gran Carkesia copa,
y libación ofrecen,
felicidad, delicias,
eternos, justos bienes,
al esposo desean,
y el dulce vino beben.
De todas las doncellas,
tu venturosa suerte
la más linda te ha dado,
ni hallarse otra tal puede:
la dulce joven bella,
por quien tú tantas veces
tiernos suspiros dabas,
hoy a tus brazos viene;
no envidies a los dioses,
si tu ventura entiendes.
X
Amor bulle en mi pecho
y sin cesar voltea
mi corazón amante
y acá y allá le lleva;
mis miembros desenlaza
su poderosa diestra,
y en viéndome rendido
ya me desprecia y vuela;
tiene sus lindas alas
cual ave, mas es fiera,
y dulce y apacible,
y de indomable fuerza.
Atis, de tu abandono
al crudo Amor te queja,
que en los ojos me abrasa
de Andrómeda la bella.
XI
Esperio, luz hermosa
de Venus la rosada,
que los tiernos deseos
y enamoradas ansias
benigna satisfaces,
tú conduces a casa
el delicioso fruto
que las almas encanta,
el manchado rebaño
de las ligeras Cabras,
y con su dulce madre
la niña que las guarda.
Lesbos
Mitilene, nombre dado a menudo a toda la isla, fue fundada en el siglo XI adC supuestamente por los Pentílidas llegados de Tesalia, que gobernaron la isla hasta que fueron derrocados por una revuelta popular al comienzo del siglo VI adC. Otras cinco ciudades tuvieron reyes, pero igualmente fueron progresivamente expulsados en los siglos VII y VI adC y se establecieron gobiernos oligárquicos o tiranías. Todas las ciudades fueron colonizadas por tesalios con los que se impuso la colonización eólica y la poetisa Safo aún escribía en el dialecto eólico del griego. Las ciudades de la isla eran tributarias del rey Creso de Lidia por sus posesiones en la costa (Creso no dominó nunca la isla), pero cuando éste fue derrotado por los persas en 546 adC, la isla pasó a dominio persa y hubo de pactar el pago de un tributo y el envío de soldados cuando el rey lo pidiese. En el siglo V adC, la ciudad de Arisbe (Arisvi) fue destruida por Metimna y el número de ciudades independientes quedó reducido a cinco: (Mitilene, Metimna, Antisa, Ereso y Pirra). Contribuyeron a fundar Naucratis en Egipto y se aliaron con Mileto contra el tirano Polícrates de Samos que les derrotó. Permanecieron tributarias del rey de Persia hasta 499 adC, cuando el tirano favorable a Persia, Coes de Axandros, fue derrocado y la isla se unió a la revuelta jonia pronto sufocada (494 adC). La victoria ateniense en Salamina en 480 adC supuso el fin del dominio persa en Lesbos. La isla tuvo siempre tendencia oligárquica, pero elementos cercanos a la democracia se acabaron imponiendo y las cinco ciudades bajo la hegemonía de Mitilene (477 adC), ingresaron en la confederación de Delos (471 adC) y excepto por una breve revuelta (Metimna no tomó parte); las demás ciudades fueran castigadas y se repartió las tierras entre ciudadanos atenienses) y permanecieron allí hasta el final de la guerra del Peloponeso cuando cayeron en manos de Esparta (405 adC) y de la oligarquía local aliada a Esparta. En 392 adC, Atenas reconquistó las cinco ciudades; pero por la paz de Antálcidas se restableció su independencia en 387 adC. En 369 adC ingresó en la segunda liga ateniense, pero cayó bajo dominio persa en 357 adC. Cuando Alejandro Magno ganó la batalla de Gránico, las ciudades se declararon a su favor, pero fueron sometidas por la flota persa dirigida por Memnón de Rodas. El general macedonio Hegéloco conquistó la isla hacia el 331 adC (Memnón murió) y pasó a Macedonia, dentro de la que permaneció hasta el 167 adC en que hubo de firmar un tratado con los romanos. En esta guerra, Labeus destruyó Antisa por ayudar a los macedonios e incorporó a sus habitantes a los de Metimna. En 89 adC, las ciudades de la isla se aliaron a Mitrídates VI Eupator, rey del Ponto, y los romanos desembarcaron en 88 adC y se establecieron permanentemente allí, destruyendo Mitilene, acusada de encabezar la alianza póntica por haber liberado el rey a M. Aquillius; Mitilene. La última ciudad leal a Mitrídates fue conquistada por M. Minucius Thermus, y en la batalla se distinguieron Julio César que recibió una corona por salvar a un soldado. Cneo Pompeyo, a petición de Teófanes, le reconoció pocos años después una cierta autonomía como ciudad libre bajo dominio romano (79 adC); la mujer y el hijo de Pompeyo estuvieron en Mitilene hasta el final de la campaña que acabó en Farsalia. En esta época, Mitilene fue de hecho la capital de la provincia romana de Asia. En 70 el emperador Vespasiano le suprimió los privilegios, que, no obstante, fueron restaurados por Adriano en 117. La ciudad emitió moneda bajo diversos emperadores. Con la división provincial de Constantino I el Grande, la isla fue incluida en la Provincia Insularum (Hierocles p. 686). Durante la época cristiana se construyeron numerosas iglesias y basílicas (más de 50). En 769 fue saqueada por los eslavos, en 821, 881 y 1055 por los sarracenos, por los venecianos en 1125 y por los catalanes en el siglo XIII. En el 801 fue el lugar de exilio de la emperatriz bizantina Irene, que murió allí el 15 de agosto de 802. Hacia el 1090, Tzashas, emir de Esmirna, conquistó Mitilene, pero fracasó ante Metimna. Alejo I Comneno envió una expedición que recuperó Mitilene. En 1204 fue parte de los dominios directos del emperador latino y en el 1224 fue ocupada por el emperador de Nicea. A partir del 1270 se concedió privilegios comerciales a los genoveses, pero la soberanía permaneció bizantina. Los genoveses la quisieron ocupar en 1346, pero el ataque imperial a Quíos lo impidió, pero poco después Francesco I Gattiluso, un patricio genovés que puso al servicio del bizantino Juan V Paleólogo naves y hombres para ayudarlo a recuperar el trono del que había sido desposeído (1354), recibió a cambio la señoría de Lesbos y la mano de su hija María (17 de julio de 1355), si bien, hay que decir que los Gattiluso fueron aliados fieles del imperio y aceptaron la cultura bizantina. Los otomanos atacaron la isla el día 25 de diciembre de 1455 y la ocuparon excepto Metimna, y los otomanos sólo se retiraron en el 1456 a cambio de la cesión de Tasos (otra isla de los Gattilusio) y el aumento del tributo; pero en 1462, acusaron al señor local Nicolo II Gattiluso de deponer y matar a su hermano Domenicco I Gattiluso, tributario de los turcos. Mitilene fue destruida y después de 15 días de resistencia Nicolo se rindió y fue llevado a Constantinopla junto con otros miembros de la familia, y fue ejecutado, y su hermana Maria (esposa del ex emperador Alejandro Comneno de Trebisonda), mujer muy bella, se cree que fue incluida en el harén del sultán. En la guerra de los Balcanes de 1912 los griegos ocuparon la isla, que permaneció en su poder.
Alfonsina Storni Martignoni nació el 22 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, Suiza. Hija de Alfonso Storni y Paulina Martignoni, es la tercera descendiente de la familia, sus hermanos Romeo y María nacieron en 1887 y 1888 respectivamente.
A los cuatro años la familia regresa a San Juan, Argentina, donde residían. A los siete nace su hermano Hildo.
Desde su llegada a San Juan la familia está en una situación miserable. Se trasladan a Rosario en 1901 y prueban suerte con un Café Suizo en el que Alfonsina limpia y sirve.
Con 12 años Alfonsina escribe su primer poema, triste y centrado en la muerte, y lo deja bajo la almohada de su madre para que esta lo lea. A la mañana siguiente, mediante varios coscorrones, su madre le explica que la vida es dulce.
Su padre, depresivo y alcoholico, fallece en 1906 y Alfonsina, que no para de escribir poemas, entra a trabajar en un taller de gorras.
Su madre, Paulina, se casa de nuevo y se traslada a Butinza, allí continúa dando clases de música y canto. Alfonsina se traslada a Coronda para estudiar Magisterio, trabaja como celadora en la escuela, pero el dinero que le queda tras pagar la pensión no le da para vivir y tiene que hacer escapadas a Rosario para cantar en un teatrillo como corista. Se descubre en Coronda su trabajo como cantante y Alfonsina piensa en suicidarse tirándose al agua. Al año siguiente, en 1991, obtiene el título de maestra y ejerce ese otoño en una escuela de Rosario.
Publica sus primeros versos en las revistas Mundo rosariano y Monos y Monadas y tiene su primer desengaño amoroso con un hombre casado mayor que ella que la deja embarazada. Alfonsina, avergonzada, se refugia en Buenos Aires y da a luz a Alejandro el 21 de Abril de 1912; ella tenía 20 años.
Eran tiempos en los que cuenta la leyenda que escribía sus poemas en hojas de telefono por no tener recursos para comprar papel.
Trabaja como cajera en una tienda y colabora en Caras y Caretas, entra a trabajar como corresponsal psicológico. En esa oficina dicta su primer libro de versos La inquietud del rosal, se lo enseña al poeta Felix B. Visillac que consigue que sea publicado. La revista Nosotros elogia el poemario y desd ese momento Alfonsina entra en el círculo literario de la revista. Se hace conocida y admirada, pero sigue teniendo problemas económicos. Es nombrada directora de un colegio y mientras allí trabaja escribe su segundo libro, El dulce daño.
En marzo de 1918 los nervios la obligan a dejar su puesto de directora y vuelve a entrar en los círculos literarios. Publica su segundo poemario y colabora en Atlántida mientras trabaja como celadora en un colegio.
Publica Iremediablemente en 1919 y la crítica lo ensalza. Al año siguiente la Universidad de Montevideo la invita a dar unas conferencias. Publica Languidez ese mismo año. Le crean una Catedra en el Teatro Infantil Lavardén y allí trabaja enseñando a niños.
Su fama va en aumento, lo que hace aflorar su comportamiento neurótico, se retira a Los Cocos como hará más adelante en su vida varias veces. Tras el Premios Nacional de 1922, el Ministro de Instrucción Pública crea una cátedra para ella en la Escuela Nacional de Lenguas Vivas en 1923.
Sigue publicando poemario hasta que en 1927 estrena una obra de teatro, El amo del mundo, un rotundo fracaso que no aguanta más de tres días en cartel. En los años treinta realiza dos viajes a Europa con su amiga Blanca de la Vega, básicamente para olvidar sus problemas mentales. Tras la vuelta del último viaje se le descubre un tumor en el pecho; se lo extráen con éxito, pero la terapia de rayos es tan dolorosa que no la sigue.
Alfonsina se retrae y apenas sale a la calle. Vive sus últimos años atemorizada por la muerte. El 25 de octubre de 1938 hallan el cuerpo de Alfonsina Storni en la playa de La Perla, en Mar del Plata. Al día siguiente se publica su último poema, Quiero dormir, en La Nación.
Gloria eterna a la poesia hecha mujer
Obras
La mayor astucia del diablo es hacernos creer que no existe
Nace en París el 9 de abril de 1821. Su padre, Joseph François, era un sacerdote que había colgado los hábitos. Hombre de amplia cultura, fue luego preceptor, profesor de dibujo, pintor y jefe del Despacho de la Cámara de los Pares. Fue quien le enseñó las primeras letras. Cuando nació Baudelaire tenía más de sesenta años y otro hijo de su primer matrimonio llamado Claude Alphonse.
Su madre, Caroline Archimbaut-Dufays, no había cumplido los treinta años al nacer el poeta. Hija de emigrados franceses a Londres durante la revolución del 93, enseñó inglés a su hijo.
Es criado por Mariette, sirvienta de la familia, a la que evoca en el poema «A la sirvienta de gran corazón que te daba celos» de su conocido poemario Las flores del mal.
El poeta tiene 6 años cuando su padre muere en 1827 dejando una discreta herencia. Su viuda se cambia de domicilio y a los veinte meses de enviudar, contrae matrimonio con el comandante Jacques Aupick, vecino suyo, de cuarenta años, un oficial que llegará a ser general comandante de la plaza fuerte de París.
Este nuevo matrimonio de su madre producirá un profundo impacto emocional en Baudelaire, que lo vivió como un abandono, manifestando siempre aversión por este padrastro con el que nunca llegará a tener buenas relaciones.
En 1830 con las jornadas revolucionarias Aupick es ascendido a teniente coronel por su participación en la campaña de Argelia, y dos años después nombrado jefe de Estado Mayor y se traslada con su familia a Lyon, donde vivirá cuatro años.
Se forma un consejo de familia para decidir sobre el futuro del niño, que inicia sus estudios en el Colegio Real de Lyon, de cuyo ambiente no guardará buen recuerdo: se aburre y escapa soñando de su en cierro, dando rienda suelta a su imaginación.
En 1836 Aupick asciende a general de Estado Mayor, volviendo con su familia a París, donde el niño es internado en el Colegio Louis-le-Grand. Su madre se va volviendo cada vez más rígida y puritana, haciéndose a la personalidad de Aupick.
Durante dos años y medio permanece en el Colegio Louis-le-Grand. Allí lee a Sainte-Bauve, a Chenier y a Musset, a quien criticará mucho más tarde. Es expulsado del colegio por una falta cuyo carácter se desconoce. En agosto obtiene el título de Bachiller superior.
En 1840, con 19 años, se matricula en la Facultad de Derecho, comienza a frecuentar a la juventud literaria del Barrio Latino y entabla sus primeras amistades literarias con Gustave Le Vavasseur y Ernest Prarond. También conoce a Gérard de Nerval, de Sainte-Beuve, de Théodore de Banville y a Balzac y empieza a publicar en los periódicos en colaboración y anónimamente. Intima con Louis Menard, dedicado a la vivisección de animales y a la taxidermia. Comienza también a llevar una vida disipada, caracterizada por sus continuos choques con el ambiente familiar y por su inclinación hacía las drogas y el ambiente bohemio. Empieza a frecuentar los prostíbulos. Mantiene una extraña relación con una prostituta judía del Barrio Latino llamada Sarah, a la que denomina Louchette por su bizquera, y que probablemente contagió su sífilis al poeta. Aparece en el poema «Una noche que estaba junto a una horrible judía» de Las flores del mal.
Sus calaveradas horrorizan a su familia burguesa, especialmente al probo militar que es Aupick. A pesar de que su padrastro le apoya, rechaza entrar en la carrera diplomática. No quiere ser sino escritor. La conducta desordenada del joven mueve a sus padres a distanciarle de los ambientes bohemios de París. Le envían a Burdeos para que embarque en el paquebote Mares del Sur, al mando del comandante Sauer, en una travesía que había de llevarle a Calcuta y durar dieciocho meses. Viaja con comerciantes y oficiales. El joven Baudelaire adopta actitudes provocativas e impertinentes; se siente aislado y sólo habla para expresar su deseo de regresar a París. El barco ha de afrontar una violentísima tempestad. Estancia en la isla Mauricio, al este de Madagascar, donde conoce a una señora casada para quien escribe «A una dama criolla». Asustado el comandante del barco por el efecto psicológico negativo que el viaje produce en el poeta, consiente en hacerle regresar a Francia desde la isla Reunión en otro barco, L´Alcide. Escribe «El albatros». El viaje dura desde finales de marzo de 1841 hasta febrero de 1842.
Para alejarlo de este ambiente y librarse de este joven conflictivo, su familia lo envían a Calcuta, pero Baudelaire, nostálgico y enfermo se detiene en la Isla Mauricio y regresa a Francia. Un consejo de familia, bajo la presión del general Aupick, lo envía a las Indias, en 1841, a bordo de un navío mercante. Pero Charles Baudelaire no quiere probar la aventura en el confín del mundo. No desea más que la gloria literaria. Durante una escala en la Isla de la Reunión, no acude a presencia del capitán.
En 1842, nuevamente en París, entabla amistad con Thèophile Gautier y Thèodor de Banville. Alcanza la mayoría de edad, percibe la herencia paterna de 75.000 francos y se independiza. Abandona el piso familiar, instalándose en un pequeño apartamento.
Reanuda su vida bohemia y ejerce de dandy. Vuelve al ambiente de los bajos mundos. Las mujeres que llenan este periodo de su vida son pequeñas aventureras y prostitutas, como Jeanne Duval, una actriz mulata que representa un papel muy secundario en un vodevil del Teatro Partenon a quien conoce en 1843. A pesar de la vulgaridad, de frecuentes desavenencias y de las infidelidades de la mulata, Baudelaire vuelve siempre a ella y durante toda su vida estaría ligado a este insignificante mujer. Desempeñará un papel fundamental en la vida del poeta. sus mejores poemas son paradójicamente el fruto de estos oscuros amores, que aparece en los poemas «Perfume exótico», «La cabellera», «Te adoro igual que a la bóveda nocturna», «Meterías al universo entero en tu callejuela», «Sed non satiata», «Con sus ropas ondulantes y nacaradas», «La serpiente que danza», «El vampiro», «Remordimiento póstumo», «El gato», «Duellum», «El balcón», «Un fantasma», «Te doy estos versos para que si mi nombre» y «Canción de primeras horas de la tarde». Probablemente inspira también al poeta los poemas «El bello navío», «La invitación al viaje» y «La Beatriz».
Económicamente va de fracaso en fracaso, dilapidando la fortuna heredada de su padre. Baudelaire es brillante, de conversación sorprendente, pero su gran imaginación lo convierte en mitómano; su viaje a la India, sus amores inauditos, su vicio y perversidad, su homosexualismo, sus proyectos editoriales, formn parte de su vida.
Dilapida la herencia y contrae numerosas deudas, por lo que su madre y el general Aupick obtienen en 1844 de los tribunales que sea inhabilitado y sometido a un consejo judicial. Su dinero pasa a ser administrado por su padrastro. Se le entrega una cantidad trimestral de seiscientos francos.
Para eludir el control financiero publica anónimamente artículos en la prensa. En colaboración con Prarond escribe un drama en verso, Ideolus, que deja sin acabar. Baudelaire, privado de recursos y humillado, no se repondrá. Se ve obligado a rehuir a sus acreedores, mudándose, escondiéndose en casa de sus amantes, trabajando sin descanso sus poemas intentando mientras tanto ganarse la vida publicando.
Baudelaire escribió sus primeros poemas a la vuelta de su viaje del Caribe aunque en un principio se dedicó sobre todo a la critica artística. Fruto de esto fue la publicación en 1846 de algunos de sus ensayos, llenos de sensibilidad y de penetración, bajo el titulo de «Los Salones». En ella loa a su amigo Delacroix, entonces aún muy discutido, critica a los pintores oficiales, y analiza las obras de otros artistas contemporáneos suyos como una serie sobre caricaturistas franceses, en los que defiende con pasión a Honoré Daumier. También se interesa por le pintor impresionista Edouard Manet y por la música de Wagner, de quien fue el primer introductor en Francia. Le escribió una carta expresándole su admiración, tras haber asistido a tres conciertos, además de un ensayo.
Publica sonetos, uno de ellos, «A una dama criolla», con su verdadero nombre, así como un artículo sobre Balzac.
Publica en Le Corsaire-Satan un conjunto de aforismos y en L´Espirit Public, Consejos a los jóvenes literatos. Fustiga a los autores moralistas y moralizantes.
Aparece su novela corta «La fanfarlo», donde el poeta, tras el personaje de Samuel Cramer, se retrata como un dandy.
En 1845, histérico, ensaya el suicidio en un cabaret ante un grupo de amigos, donde se hace un corte con un puñal. Su padrastro, por miedo al escándalo, le paga sus deudas y le lleva a vivir con él y con su madre en la elegante plaza Vendôme. Pero pronto volverá a vivir solo.
Descubre la obra de Edgar Poe, que muere poco después y a quien no pudo conocer, a pesar de considerarle su alma gemela. Poe se le asemeja, y, durante diecisiete años, va a traducirla y revelarla. Así comienza a ganarse el reconocimiento de la crítica.
Conoce a Marie Daubrun, muchacha bonita y honesta, actriz del Teatro de la Gaîte, que sostiene con su trabajo a su familia. El poeta sentirá por ella un amor platónico o una amistad idílica. Le dedicará el poema «Canto de otoño».
Asiduo a círculos literarios y artísticos, uno de ellos en casa de Aglae Sabatier, llamada la Presidenta, amante de un banquero, por la que el poeta experimentará un amor ideal y platónico. A ella dedicará posteriormente los poemas «A la que es demasiado alegre», «Reversibilidad», «El alba espiritual» y «Confesión». Visita muy a menudo el salón de la viuda Marie Sabatier y conoce a Musset, Flaubert y Gautier, entre otros artistas. Un breve idilio con una mujer interesante, Madame Sabatier, amante de un amigo del poeta que reunía en su casa a un grupo de escritores y artistas, lo quiebra rápidamente. Cuando madame Sabatier accede a las pretensiones amorosas del poeta, éste la rechaza, pero sigue manteniendo con ella una entrañable amistad.
Durante la revolución de 1848 Baudelaire es visto en las barricadas y tratando de agitar al pueblo para que fusilen a su padrastro. Publica en Le Salut Publique, periódico de tendencia socialista, y se afilia a la Sociedad Republicana Central, fundada por Blanqui. Durante la revolución hace amistad con el pintor Courbet, que pintará un retrato del poeta, y con Poulet-Malassis, también que participó activamente en la insurrección e influirá en su vida, será el editor de Las Flores del Mal, por lo que resultará multado.
Cuando en 1851 Luis Napoleón da un golpe de estado y asume todos los poderes, lo que indigna a Baudelaire, quizá porque nombre a su padrastro embajador en Madrid.
Aunque escribió sus poemas con 23 años, Las Flores del Mal, título que el editor le impusieron en lugar de Los limbos, que era el original, se publicaron en junio de 1857. Cuanto escribió hasta su muerte no sobrepaso este trabajo, son solo un complemento a su obra. Inmediatamente después el gobierno francés acusa al poeta de ofender la moral pública y juzgadas obscenas. El poeta fue procesado en medio del escándalo general. Aun cuando Baudelaire obtuvo el apoyo de sus colegas, seis de sus poemas fueron eliminados de las ediciones siguientes. La edición es confiscada por mandato judicial. Parece que el escándalo se inició desde el periódico conservador Le Figaro. En agosto, proceso de Baudelaire y de sus dos editores, que son condenados a sendas multas por ultraje a la moral pública y a las buenas costumbres. Se ordena la supresión de seis poemas («Las joyas», «El leteo», «A la que es demasiado alegre», «Lesbos», «Mujeres condenadas», Delfina e Hipólita» y «Las metamorfosis del vampiro»). Baudelaire debe pagar una fuerte multa. Sólo Hugo (que le escribirá «Usted ama lo Bello. Deme la mano. Y en cuanto a las persecuciones, son grandezas. ¡Coraje!»), Sainte-Beuve, Teófilo Gautier y jóvenes poetas admirados le apoyan.
A pesar de condenarle por obscenidad y blasfemia, en 1859 y 1860 el Ministerio de Instrucción Pública le concede por dos veces sedas ayudas de trescientos francos. Pero ante el público quedará identificado, aun mucho después de su muerte, con la depravación y el vicio. Amargado, incomprendido, Baudelaire se aísla aún más. En su soledad donde él se ha encerrado, dos luces: los escritos admirados de dos escritores todavía desconocidos, Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine. Escribe un ensayo sobre Madame Bovary, de Flaubert, que también ha sido juzgado por inmoral.
Empieza la época de sus enfermedades que durará hasta su muerte. Sufre trastornos nerviosos y dolores musculares. Se ahoga, sufre crisis gástricas y una sífilis contraida diez años antes reaparece. Para combatir el dolor, fuma opio, toma éter. Sufre el primer ataque cerebral. Físicamente, es una ruina. Recurre a cápsulas de éter para combatir el asma y al opio para los fuertes cólicos. Ante su precaria salud, pasa cortas estancias en Honfleur con su madre y en Alençon con su amigo y escritor Poulet-Malassis.
Su próximo trabajo «Paraísos artificiales», escrito en 1860, es un relato de las experiencias personales del poeta con drogas como el opio. Da a conocer Encantos y torturas de un fumador de opio, sobre Thomas de Quincey, segunda parte de Los paraísos artificiales.
En 1961 presenta su candidatura a la Academia Francesa. Desea rehabilitarse y obtener un salvoconducto de dignidad profesional y solvencia. Busca el reconocimiento oficial de su labor, más allá del círculo de los cafés literarios que empiezan a agobiarle. Fracasa en su postulación por la oposición y los consejos de los académicos.
Nervioso, enfermizo, arruinado y desconocido, unido siempre a su mulata alcoholizada y luego parapléjica, Baudelaire arrastra una vida de fracasado.
En 1864 viaja a Bégica, donde vivirá durante dos años en Bruselas. Allí trata de ganarse su vida dictado conferencias sobre arte, que son un fracaso y se unen a las anteriores. En la primavera decide ir a Bélgica, donde se se encontra su editor, a dar conferencias en los círculos intelectuales de diversas ciudades y a. Sólo llega a dar tres conferencias sobre Delacroix, Gautier y Los paraísos artificiales, con asistencia muy escasa de público. Intentar una edición de su obra completa pero fracasa y se venga de la falta de acogida escribiendo un panfleto titulado ¡Pobre Bélgica!
En 1865 Mallarmé y Verlaine elogian Las flores del mal, pero Baudelaire desconfía de estos jóvenes poetas. Y no le faltaba razón porque, por el contrario, Los Pequeños Poemas en Prosa nunca supieron valorarlos.
En su correspondencia expresa su deseo de recurrir al suicidio. Pese a una nueva subvención estatal, su economía es muy precaria. Miserable y con sífilis, su existencia es una gran ruina. Su salud está ya completamente minada y en 1866 sufre un ataque de parálisis general que lo deja casi mudo. Su madre viaja a Bruselas y de regreso a París interna a su hijo moribundo en un hospital. La enfermedad se agrava rápidamente, y su vida no es ya más que una lenta agonía que se prolonga durante un año. Para ayudarle a sobrellevar el dolor, sus amigos acuden junto a su lecho a interpretarle Wagner. Paralizado, mudo y medio imbécil, sobrevive varios meses hasta que el 31 de agosto de 1867 muere tristemente a los 46 años, en brazos de su madre en el mismo hospital en el que estaba ingresado.
Fue enterrado en el cementerio de Montparnase, junto a la tumba de su padrastro, a quien siempre odió.
Póstumamente, en 1868, se publicaron sus «Pequeños poemas en prosa».
Baudelaire está considerado como uno de los más grandes poetas del siglo XIX, por la originalidad de su concepción y la perfección de la forma. Es sin duda el poeta de la modernidad francesa. Más que ningún otro de su tiempo, representa al poeta de la civilización urbana contemporánea.
Con él la poesía empieza a liberarse de las ataduras tradicionales y despliega nuevos conceptos de creación poética, iniciando una fase diferente, que llega hasta nuestros días.
La literatura francesa se hallaba en el segundo cuarto del siglo XIX, en un momento de transición todavía presidida por la gigantesca figura de Víctor Hugo, uno de los grandes románticos, aunque junto a él se desarrollaba una nueva tendencia, cuyo máximo representante era el poeta Leconte de Lisle (1818-1894), el guía del circulo parnasiano, cuya influencia sobre Baudelaire fue notable. La antología El Parnaso, publicada por el editor Lemerre en 1866, que da el nombre al grupo de poetas de Leconte de Lisle, contiene algunos de los poemas de Las Flores del mal.
La originalidad de Baudelaire, sin embargo, le hace merecedor de un lugar al margen de las escuelas literarias dominantes en su época, ya que es él quien inicia el abandono de las formas poéticas hasta entonces predominantes. Las tendencias que inauguró Baudelaire pueden resumirse en el criterio de la depuración del sentido poético, en el misterio de los conflictos íntimos o en la angustia de la búsqueda de combinaciones de fenómenos sicológicos que desembocan en una expresión poética cargada de significaciones múltiples y llena de infinitas sugerencias. En particular, rompe la diferencia entre la poesía y la prosa con sus «Pequeños poemas en prosa», verdadera revolución en las formas líricas que ni siquiera Verlaine ni Rimbaud supieron valorar.
Baudelaire reacciona contra el romanticismo. Él no admite la inspiración, ni la imaginación, ni la improvisación. En este aspecto, como en otros, es un clasicista. La poesía es un ejercicio, un esfuerzo, un trabajo sistemático, equivalente al de un paciente artesano violcado permanentemente en pulir sus versos. Su obra es un esfuerzo por desembarazar la poesía de todo ornamento vano y una proyección para alcanzar el ideal de la pureza poética, prestando especial atención a la métrica y a los aspectos formales. Poseía un sentido clásico de la forma, una extraordinaria habilidad para encontrar la palabra perfecta y un gran talento musical.
La obra de Baudelaire ha dejado un aporte positivo, paradigma de verdad poética, de selección estética, de culto de la expresión simbólica, y de rigurosa elaboración de la palabra en cuanto vehículo depurado de la expresión literaria, que equivale a superación de la dicción elocuente y retórica.
El poeta parisino representa la reivindicación lírica de la palabra, una técnica depurada en la elaboración de las imágenes y el rigor estético de la composición que habría de tener una proyección futura incalculable. Se extinguía una concepción del arte poético desprestigiada por la degeneración del romanticismo, advertible en el desborde confidencial y sentimental, o en la poesía descriptiva y penetrada de la elocuencia bastarda, con ausencia de rigor formal y de selección estética.
Un contenido de nueva creación y de angustiosa originalidad emergía de los poemas de Baudelaire, palpitantes de tragedia íntima y de nuevos acercamientos a la vida. El poeta pule un nuevo universo lírico, la sinestesia, una combinación de imágenes y sensaciones desajustadas de su normal producción en la naturaleza. La audición coloreada, la visualidad audible o multitud de otras combinaciones de sensaciones provenientes de todos los sentidos, se reunían, como diría el propio Baudelaire, en «una metamorfosis mística de todos mis sentidos fundidos en uno solo».
Una nueva concepción de la palabra se inaugura entonces. Si para el lenguaje común la palabra sigue siendo expresión de la cosa o de la idea, en el poeta ese valor de significación se transforma en un valor sugerencial, gracias al juego de combinaciones que el arte hace posible con sonidos y sensaciones inesperadas que brotan de las palabras. Todo ello pudo ser vislumbrado por los grandes exponentes de la poesía anterior, pero sólo empieza a adquirir una sugestiva formulación y un culto intensivo a partir de Baudelaire. Por ello podría afirmarse que hemos llegado a la apertura de una nueva compuerta de realizaciones artísticas que significarán a la larga la transformación de la poesía.
En su estética literaria Baudelaire proponía la desaparición del yo en el poema, es decir, la sustitución de la presencia personal del autor por la pura lógica interna de la obra regida según su ley compositiva. A partir de Baudelaire ya no se hablará más del poeta sino de la poesía misma. Es una estética dominada por el esencialismo, la concepción de un arte literario depurado de prosaísmos y estímulos de circunstancias extrañas a la función creadora. A ello se sumaron sus creaciones de técnica y la rigidez gramatical.
Su gusto por la sinestesia también proviene del misticismo, el ocultismo y el sincretismo. Las sensaciones nos revelan lo oculto. La unidad de la naturaleza se demuestra en que a cada olor le corresponde un sonido y un color. El soneto «Correspondencias» contiene toda la teoría sinestésica que, aunque inconscientemente practicada por los grandes exponentes de la poesía universal, van a desarrollar los parnasianos y simbolistas de la segunda mitad del XIX.
No cabe duda de que Baudelaire escribió algunos de los poemas más sugestivos de la literatura francesa, hasta el punto de que algunos como «Correspondencias», contenían un mensaje de estética renovadora que habrían de asimilar los poetas parnasianos y simbolistas. El famoso soneto de «Las vocales» de Arthur Rimbaud y las formulaciones estéticas y técnicas de Mallarmé, el promotor de toda la nueva poesía hasta nuestro tiempo, tomaron su raíz en la teoría de la imagen poética esbozada por Baudelaire.
I
LA DESTRUCCION
El demonio se agita a mi lado sin cesar;
flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento como quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma, conocedor de mi amor al arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.
Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,
y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!
II
UNA MARTIR
Dibujo de un maestro desconocido
En medio de frascos, telas sedosas,
y muebles voluptuosos,
de mármoles, pinturas, ropas perfumadas,
que arrastran los pliegues suntuosos,
en una alcoba tibia como en un invernadero,
donde el aire es peligroso y fatal,
dónde lánguidas flores en sus ataúdes de cristal
exhalan su suspiro postrero,
un cadáver sin cabeza derrama, como un río,
en la almohada empapada,
una sangre roja y viva, que la tela bebe
con la misma avidez que un prado.
Parecida a las tétricas visiones que engendra la oscuridad
y que nos encadenan los ojos,
la cabeza, con la masa de su crin sombreada,
y de sus joyas preciosas,
en la mesilla de noche, como una planta acuática,
reposa, y, vacía de pensamientos,
una mirada vaga y blanca como el crepúsculo
escapa de sus ojos extraviados.
En el lecho, el tronco desnudo, sin pudor,
en el más completo abandono, muestra
el secreto esplendor y la belleza fatal
que la naturaleza le donó.
Una media rosada, adornada con hilo de oro, en la pierna
ha quedado cual recuerdo.
La liga, al igual que un ojo secreto que llamea,
lanza una mirada diamantina.
El singular aspecto de esta soledad
y de un gran retrato voluptuoso,
de ojos provocativos como su actitud
revela un amor tenebroso,
una culpable alegría y fiestas extrañas,
llenas de besos infernales,
que regocijarán a los ángeles malos
nadando entre cortinas y chales.
Sin embargo, al ver la esbeltez elegante
del hombro y su trazo quebrado,
la cadera levemente afilada, y la cintura ágil
lo mismo que un reptil irritado, se advierte
que ella es joven aún. -Su alma exasperada
y sus sentidos mordidos por el tedio,
¿se habían entregado a la jauría enfurecida
de deseos errantes y perdidos?
El hombre vengativo al que no pudiste, viviendo,
a pesar de tanto amor, aplacar,
¿sació en tu carne, inerte y complaciente,
toda la inmensidad de su deseo?
¡Responde, cádaver impuro! ¿Por tus rígidas trenzas
te levantó con brazo febril?
Dime, cabeza horrible, ¿en tus fríos dientes
hay aún sus últimos adioses?
-Lejos del mundo burlón, lejos de la multitud impura,
lejos del magistrado curioso,
duerme en paz, duerme en paz, extraña criatura,
en tu sepulcro misterioso;
tu esposo corre el mundo, y tu forma inmortal
vela junto a él cuando duerme;
lo mismo que tú sin duda te será fiel
y constante hasta la muerte.
III
MUJERES CONDENADAS
Como un rebaño pensativo sobre la arena acostadas,
entornan los ojos hacia el horizonte marino,
y sus pies que se buscan y sus manos enlazadas
tienen dulces languideces, amargos escalofríos.
Unas, corazones que aman las largas confidencias,
en el corazón de los bosques y junto a los arroyos,
deletrean el amor de las tímidas infancias
y marcan en el tronco los jóvenes arbolillos;
otras, como hermanas, andan lentas, graves,
a través de las rocas llenas de apariciones,
donde san Antonio vio surgir como lavas,
desnudo el seno, a sus purpúreas tentaciones.
Las hay que a la lumbre de resinas goteantes,
en el hueco mudo de los viejos antros paganos,
te llaman en socorro de sus fiebres aullantes,
¡oh Baco, adormecedor de viejos remordimientos!
Y otras, cuya garganta gusta de escapularios,
que, ocultando un látigo bajo sus largos vestidos,
mezclan en la noche oscura y los bosques solitarios
espuma del placer y lágrimas de la tortura.
¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires!,
grandes espíritus negadores de la realidad,
buscadores de lo infinito, devotos y sátiros,
ora llenos de furor, ora llenos de llanto,
vosotras, a las que en vuestro infierno mi alma os [ha seguido,
pobres hermanas, os amo tanto como os compadezco
por vuestras dolorosas tristezas, vuestra sed no saciada,
y las urnas de amor que llenan vuestro corazón.
IV
LAS DOS BUENAS HERMANAS
La Licencia y la Muerte son dos buenas muchachas,
pródigas de sus besos y ricas en salud;
su flanco siempre virgen y cubierto de hilachas,
con la eterna labor jamás ha dado a luz.
Al poeta siniestro, enemigo del hogar,
favorito del infierno, cortesano sin más,
tumbas y lupanares le muestran tras su vallado
un lecho que el remordimiento no frecuenta jamás.
Y el ataúd y la alcoba con grandes blasfemias
nos ofrecen alternando como buenas hermanas
terribles placeres y horribles deleites.
¿Cuándo quieres enterrarme, Vicio de brazos inmundos?
Muerte, su rival en atractivos, ¿cuándo vendrás
a plantar tus negros cipreses sobre sus mirtos fétidos?
V
LA FUENTE DE SANGRE
A veces siento mi sangre correr en oleadas,
lo mismo que una fuente de rítmicos sollozos;
la oigo correr en largos murmullos,
pero en vano me palpo para encontrar la herida.
A través de la ciudad, como un campo cerrado,
va transformando las piedras en islotes,
saciando la sed de cada criatura,
y coloreando en rojo toda la natura.
A menudo he pedido a estos vinos
aplacar por un solo día el terror que me roe;
el vino torna el mirar más claro y el oído más fino.
He buscado en el amor un sueño de olvido;
pero el amor no es para mí sino un colchón de alfileres,
hecho para dar de beber a esas crueles mujeres.
VI
ALEGORIA
Es hermosa mujer, de buena figura,
que arrastra en el vino su cabellera.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y se embota en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,
y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,
han respetado siempre en su juego salvaje,
de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.
Anda como una diosa y reposa como una sultana;
tiene por el placer una fe mahometana,
y en sus brazos abiertos que llenan sus senos
atrae con la mirada a toda la raza humana.
Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,
necesaria no obstante a la marcha del mundo,
que la belleza del cuerpo es sublime don,
que de toda infamia asegura el perdón.
Ignora el infierno igual que el purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,
mirará de la Muerte el rostro,
como un recién nacido, sin odio ni remordimiento.
VII
LA BEATRIZ
En terrenos de ceniza, calcinados, sin verdores,
mientras me lamentaba un día a Naturaleza,
y mi pensamiento vagaba al azar,
sintiendo en mi corazón clavarse el puñal,
vi, en pleno mediodía, descender sobre mi cabeza
una oscura nube grande y tempestuosa,
que llevaba un rebaño de viciosos demonios,
parecidos a enanos crueles y curiosos.
Pusiéronse a contemplarme fríamente
y, como hablando de algún loco que pasa,
les oía reír y murmurar entre sí,
y cambiar más de un guiño y más de un ademán.
«Contemplemos a gusto esta caricatura,
esta sombra de Hamlet que imita su gesto,
la mirada indecisa y los cabellos al viento,
¿no da pena ver a ese vividor,
ese vago, ese histrión sin teatro, ese gracioso,
que porque sabe representar con arte su papel,
quiere interesar con sus cantos de dolor
a las águilas, grillos, arroyos y flores,
e incluso a nosotros, autores de estas viejas rimas,
y recitarnos a gritos sus públicas parrafadas? »
Hubiera podido (mi orgullo, alto como el monte,
domina la nube y el clamor de los demonios)
volver simplemente mi cabeza serena,
si no hubiese entre su tropa obscena,
¡crimen que no hizo tambalear al sol!,
la reina de mi corazón, de mirada sin igual,
que se reía con ellos de mi sombría tristeza
y les hacía, a veces, alguna sucia caricia.
VIII
UN VIAJE A CYTEREA
Mi corazón, como un pájaro, revoloteaba feliz,
y volaba libremente alrededor de las cuerdas;
el navío corría bajo un cielo sin nubes,
como ángel embriagado de un sol radiante.
¿Qué isla es ésta tan negra y triste?- Es Cyterea,
nos dicen, un país famoso en las canciones,
Eldorado trivial de todos los solterones.
Mirad, después de todo es una pobre tierra.
-¡Isla de dulces secretos y de fiestas del corazón!
De la antigua Venus el soberbio fantasma,
más allá de tus mares flota como un aroma,
y llena los espíritus de amor y languidez.
Bella isla de verdes mirtos, llena de capullos en flor,
siempre venerada por todas las naciones,
donde los suspiros de amantes corazones
avanzan como el incienso por jardines de rosas
o el eterno arrullo de la paloma torcaz.
-Cyterea no era más que una tierra pobre,
un desierto rocoso turbado por gritos feroces.
¡Sin embargo, presentía yo allí algo singular!
Aquello no era un templo de sombras selváticas,
donde la joven sacerdotisa, eterna enamorada de las flores,
iba, el cuerpo ardiente por calores secretos,
entreabriendo sus ropas a las brisas ligeras;
pero, he aquí que rozando la costa el bauprés,
al asustar los pajáros con nuestras velas blancas,
pudimos ver que era un patíbulo de tres zancas,
destacado en el cielo, negro como un ciprés.
Las aves rapaces, posadas en su cumbre,
destrozaban con furia a un ahorcado ya podrido:
cada una hundía, como un clavo, su impuro pico
en los rincones sangrientos de aquella podredumbre.
Eran los ojos agujeros, y del vientre desfondado
los gruesos intestinos caían sobre los muslos;
y sus verdugos, ahítos de espantosas delicias,
a picotazos lo habían castrado por completo.
Bajo los pies, una manada de celosos cuadrúpedos
levantado el hocico, merodeaba;
una bestia más grande se agitaba en el centro,
como un verdugo rodeado de auxiliares.
¡Oh habitante de Cyterea, de un cielo tan hermoso,
silenciosamente sufrías estos insultos
en una expiación de tus infames cultos,
y los pecados que te impidieron el descanso eterno!
¡Ridículo ahorcado, tus dolores son los míos!
Yo sentí, a la vista de tus miembros flotantes,
como un vómito subir hasta mis dientes
el largo río de hiel de mis antiguos dolores.
Ante ti, pobre diablo, tan caro de recordar,
sentí todos los picos y todos los mordiscos
de los cuervos fieros y de las panteras negras,
que antaño tanto gozaban en machacar mi carne.
El cielo estaba embrujado, la mar en calma;
para mí todo era negro y sangriento para siempre,
¡ay!, y tenía, como en un espeso sudario,
el corazón amortajado en esta alegoría.
En tu isla, oh Venus, no encontré en mi viaje
más que un patíbulo simbólico donde colgaba mi imagen…
-¡Oh Señor! Dame la fuerza y el coraje
¡de contemplar mi cuerpo y mi alma sin asco!
IX
EL AMOR Y EL CRANEO
Viñeta antigua
El amor está sentado en el cráneo
de la Humanidad,
y desde este trono, el profano
de risa desvergonzada,
sopla alegremente redondas pompas
que suben en el aire,
como para alcanzar los mundos
en el corazón del éter.
El globo luminoso y frágil
toma un gran impulso,
estalla y exhala su alma delicada,
como un sueño de oro.
Y oigo el cráneo a cada burbuja
rogar y gemir:
-Este juego feroz y ridículo,
¿cuándo acabará?
Pues lo que tu boca cruel
esparce en el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro,
¡mi sangre y mi carne!
Sobre las aguas del río fluye la luna y sus tránsitos: ¡Palimpsesto de ríos
y sus pulsos! Arropada por la lenta formación del crepúsculo, el alma reposa
abandonada a la inmovilidad del espacio, sustraída a las argucias del lenguaje.
Declaramos la armonía del mundo en su silencio indescifrado, en su cualidad
luminosa surgida del estallido abrasador de las palabras, de sus ritmos y
geometrías conceptuales que perpetúan los pensamientos y fundamentan la
urdimbre universal de la vida. Mas en apartamiento íntimo, confín y despojo
del mundo, ¿qué nos mueve a indagar la quietud de ese universal roce de
fertilidades y ensimismamientos que es la vida del alma, sino la nada que
en soledad de continuo devenimos?
Circunscrito a la sensación de ser, un verdor de soledades apremia la
presencia del alma que atestigua la vida y sus pulsos, siendo y des-
siéndose, universal roce de soledades, senda abrupta y hondo barranco,
refugio soledoso y abandono, origen y dios que da fragancia: tú y yo,
nosotros, unísonos, sin nexo que nos repliegue, absolutos, como la
incisiva plenitud de este remanso de atardecer y canto de julio.
De los frágiles dedos de la experiencia, ¿qué queda en la calma sorprendente
de esta tarde de julio? Es la sensación de ser que embriaga el espacio y al
testigo que lo circunscribe, sin palabras que disturban la realidad que
aparece y se extingue, para renovarse y extinguirse de nuevo, juego de las
recreaciones y de las disoluciones, aventura de la imaginación y del deseo,
evidencia de la plenitud disgregada.
¿Acaso no son la vida y la muerte rumores en curso?...
La luz del alba abre el día a la profundidad del espacio. La brisa fricciona
la diversidad que aparece, dulce o amarga, como una suerte de azar o roce
universal de ríos o cantos, tuyos y míos, transparencia terrestre en cuyo
centro la unidad teje el espacio sin orillas, tránsito, peregrinaje del ser
devenido, confluencia de la piedra y del pájaro, del agua y de la noria, del
junco y del alma, y de la infinita concreción de las analogías, que ahora
me rescriben negación del tiempo, de la línea, de la palabra.
Sobre las enramadas y las geometrías laberínticas del espacio, la luz extiende
sus cúpulas como un pensamiento que hiciera libre a quien urdió la vida en
sueños, ¿transparencia en la que el mundo deviene ausencia, vaciamiento, poema
sin cuerpo? ¡Plenitud de la sensación de ser luz en el espacio, luz en armonía
sosteniendo la tarde y la imagen de sí misma soñándose en la expansión universal
de cuanto acontece!.
En tal suerte de ensimismamiento, ¿qué puede ofrendar el mundo a este retiro de
luz abandonada a sí misma y al silencio que desciende hasta los espacios que
son tuyos y míos, sin roce siquiera que nos desate, sin fragancia que nos perciba,
estando ya los bríos del alma adormecidos?…
Más adentro, en abandono íntimo, donde la seducción de la experiencia cesa y sólo
la consumación en lo indiviso pulsa la vida que transgrede y cesa. Perdido se ha
el alma. Ensimismados sus pulsos. Cegados los sentidos mediadores que en vida la
hermosura gozan. De seguro, caminando entre sus frondas en llamas, conjúrase la
vida en juego universal de recreaciones y disoluciones, y olvídame entre tus
silencios hondos, junto a la agreste hora en que la belleza prende su vuelo y
adentra el alma hasta los espacios en que te ocultas en tu invisibilidad sellada.
Libre de la esfera del tiempo, de los nombres y de las formas, que encarnan la
realidad que acontece, sólo la sensación de ser permanece.
Cruzo la llanura hasta el sendero que conduce a la vertiente angosta del río,
junto a los aranceles de la memoria y a las aguas que mueren en los ritos de
la tarde, decrecidos ya sus pulsos, cercados por la impronta irreducible del
instante en que el alma se abandona a sí misma: noche de los incendios
esplendorosos y de los susurros volátiles, morada del arrobamiento, tú y yo,
siéndonos uno, sin palabra, sin conquista. El corazón crepuscular del alba
se expande entonces hasta la inquietud de las enramadas. Agudiza el río su
curso y el día adviene. Tú escribes, en el espacio de los gozos indescriptibles,
los ecos del alma y este poema de laberíntico curso.
Algo se extinguió en los arenales del día y de la noche. Miles de voces estallan
y el silencio adviene. Nada destella en forma de imagen o de hecho. Ni el espacio
ni el tiempo poseen un nombre que les reclame. Abatida la memoria, consumido el
aceite de los deseos y sus frutos inferentes, antes de la percepción del mundo,
de las palabras y de los gestos que lo fundamentan y ciñen, del tejido del tiempo
de ondulados enjambres y tramposas licencias, del susurro de los valles enjaezados
de marzo, de los vacíos y fertilidades de este suelo quemado por el sol, en donde
maduran los dioses y las plegarias apasionadas de los hombres, ¿qué era yo?.
El río cede sus aguas a la noria que da forma y sentido a la tarde. El movimiento
de las aguas fascina al ojo. Los ánades esplenden en el aire y funden su vuelo a
los fulgores de la tarde inquieta. Los pulsos se desnudan y cesan los sentidos.
¿Dentro?… ¿Fuera?… Nada molesta la plenitud de este instante en que el mundo
y sus esfuerzos ardorosos se disuelven en el silencio, ¿cobijo del alma o región
del ensimismamiento?… Cuando de nuevo surjan los pensamientos, siendo observados,
¿habrá alguien que los contemple?…
Imagino a San Juan de la Cruz en el deseo supremo de lograr el desasimiento que
disuelve el alma en el Amado. Pero no menos me intereso en intuir la apacible
calma de Ibn Arabí en la ardua tarea, no del convencer imposible, sí del exponer
a sus correligionarios sufíes el falaz asunto de la aniquilación del ser. El
abulense desesperando por morir, para vivir en lo Supremo luego; el andalusí,
apacible, entregando a los guiados por el intelecto y sus controversias el suave
néctar de quien ya sólo sabe de lo indiviso. Disueltos, uno y otro, en las aguas
del Amor oceánico, Juan quedóse no sabiendo; Arabí sabe que en el ser no hay otro
a quien conocer, pues sólo él es. Juán vibra en el último balbuceo. Arabí nada busca, es.
¡Ay, de mi al-Ándalus! – Ibn Jafáya (1058 – 1139)
No debe ser nación un pueblo que olvida su pasado explendor
El himno nacional tiene su origen en una composición andalusí del siglo XII
Nuba Al-Istihal de Ibn Báya (Himno nacional de España)
El himno nacional de España, conocido como la Marcha Granadera, tiene su origen en una composición del siglo XI, obra del genial pensador, médico, músico y poeta andalusí Ibn Bayya, conocido como Avempace. Este descubrimiento se presenta como un símbolo para la nación española, y nos puede ayudar a comprender eso que Américo Castro llamaba «la realidad histórica de España». Esta es la crónica de como una pequeña comunidad de musulmanes descubrió el secreto de su himno nacional. Invitamos a los lectores a escuchar la pieza, y a sacar sus propias conclusiones.
«Cuando el hombre toma el laúd e interpreta las notas acompañadas con la poesía, su espíritu se siente inmerso en el mundo de la música, hasta llegar a lo más profundo de su ser y purificarlo.» Ibn Báya, Zargoza, s.XI
La noticia llegó a la pequeña comunidad de Medinat Sabora, tras una larga noche dedicada al recuerdo. Esta era una ancestral costumbre que los nuevos musulmanes estaban recuperando, junto a la memoria histórica perdida. Tras cinco oscuros siglos de genocidio, el Islam volvía a ser una realidad en esta tierra, si es que no lo había sido siempre.
Así era entonces, como había sido antaño en esta misma tierra andalusí. La nave de los locos trazaba círculos alrededor de la Palabra revelada. Tras la azalá del alba, solo quedó el sonido de las ranas en la charca, que sentenciaron el dikra del día que amanece: todos hemos de morir, recordad el parto del tiempo es una luna llena, preñada de una luz intempestiva, que ha de recomenzar a cada instante. Cuando las ranas terminaron el canto, el corazón del hombre estaba quieto. Los planes del Shaytán fueron desbaratados, y los amigos se reunieron en torno a una taza de café.
«Alhamdulil-lâh que nos ha hecho musulmanes», dijo Abu Tariq, mientras alguien escogía un CD para acompañar ese silencio. Era la Núba al-Istihal, de ibn Báya, grabada por Omar Metiou y Eduardo Paniagua. Los musulmanes oían la música de fondo, sin prestarle atención alguna, cuando alguien fue iluminado: «¡es el himno nacional de España!». Los moros nuevos escucharon una y otra vez la pieza número 4 del disco de Omar Metiou y Eduardo Paniagua, simultaneando su audición con la del himno nacional de España, hasta que quedaron convencidos: la Marcha Granadera parece surgir de la nuba de ibn Báya, si es que los oídos no nos han fallado.
En los días siguientes comunicaron su descubrimiento al Chapi Pineda, conocido músico andaluz, muy apreciado en la zona por su toque de guitarra, el cual convino en que había una clara semejanza. Así pues, esta noticia fue transmitida a los nuevos moros por dos vías distintas: por el método de la iluminación interna, que es el más dudoso y efectivo, y por la opinión científica de un especialista en la materia.
Este descubrimiento no puede sorprendernos: España es un país en el cual la cultura dominante durante ocho siglos fue árabe-musulmana, y hay sobradas evidencias para pensar que si escarbamos un poquito en dirección al pasado, encontramos la huella del Islam tras las más importantes manifestaciones de las más antiguas tradiciones españolas. No en vano Juan Vernet insinúa el origen árabe de su monarca…
Sólo nos queda comunicar a las autoridades españolas nuestro descubrimiento, para que tengan a bien hacerlo constar en los discursos oficiales sobre la materia. Esta información viene a llenar un hueco, a disipar el enigma de los orígenes del himno nacional de España.
Este descubrimiento abre nuevas posibilidades de futuro. Desde nuestra humilde posición de súbditos de la corona, queremos proponer a las autoridades que incorporen la magnífica letra de la nuba de ibn Báya. España podría convertirse en el primer país de Europa cuyo himno nacional es un canto de amor entre místico y desesperado…
no te dejó ver el cansancio de mi mente.
Aquel que te envió me respondió
con la somnolencia de mis párpados.
seguí con las hermosas y vivo esclavo de mis deseos.
¡Si pudiera ver con mis propios ojos a mi Señor!,
¡ay! Si pudiera verlo.
Contemplar tu belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tú que das la vida al desfallecido,
tu amor me agotó.
Tu belleza hermosa, por su hermosura es bella,
guía y seductora, locura para el que agoniza de amor.
Aquello que era guía se convirtió en un sueño,
y antes de caer en el amor, él me dominó,
me venció y gozó con su dominio,
penetrando en mi cuerpo.
Quise ser sumisa y no atendió mi deseo.
Si me hubiera escuchado, o hubiera estado cerca de mí,
con su ayuda me habría rescatado.
Contemplar tú belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tu que das vida al desfallecido,
tú amor me agotó.
Imaginamos a los soldados españoles en Afganistán cantando está canción en su original árabe, ante la mirada atónita de los nativos. La recuperación de su pasado andalusí podría convertir a España en un puente entre civilizaciones, en unos tiempos en los cuales el discurso oficial se estructura desde la diferencia. Esta noticia será recogida con alegría por todos aquellos que quieren avanzar en el camino del encuentro. Al-lâh es grande.
La luna le replicara viendo como los destellos
Esa que duerme en el lecho de un río de anchos brazos
que la mecen en un sueño de largos y hermosos años
No despertad a la niña, rodeadla de mil lazos
de amor, nostalgia y color y que siga su letargo
que la vela la giralda y la nana estan cantando
por las esquinas del alma sus hijos los sevillanos.
Giralda, prisma en el aire de una eterna primavera…
Spain, 1873-74 by Walt Whitman (1819-1892)
Out of the murk of heaviest clouds,
Out of the feudal wrecks and heap’d-up skeletons of kings,
Out of that old entire European debris, the shatter’d mummeries,
Ruin’d cathedrals, crumble of palaces, tombs of priests,
Lo, Freedom’s features fresh undimm’d look forth–the same immortal
face looks forth;
(A glimpse as of thy Mother’s face Columbia,
A flash significant as of a sword,
Beaming towards thee.)
Nor think we forget thee maternal;
Lag’d’st thou so long? shall the clouds close again upon thee?
Ah, but thou hast thyself now appear’d to us–we know thee,
Thou hast given us a sure proof, the glimpse of thyself,
Thou waitest there as everywhere thy time.
Original version
A ESPAÑA Y SU REPÚBLICA, el poema de WALT WHITMAN
El gran poeta lírico norteamericano Walt Whitman (1819-1892) se encontraba en Europa
a inicios de los años 70 del s. XIX. Conocedor y respetuoso con la cultura española,
cuya presencia en América siempre tuvo presente con cierta devoción, la noticia de la
proclamación de la Joven Primera República Española el 11 de febrero de 1873 le llevó
a escribir este poema, en el que señala cómo de entre los restos de un pasado agotado
y que no es sólo el español, sino el de Europa entera— renace la libertad en la forma
de República. En la visión de Walt Whitman, en aquel viejo país agotado anterior a
1873-74, la libertad renace y con ella España, a quien ahora y merced a la República
sus Hijos americanos pueden llegar a conocer realmente pues su verdadero rostro es el
de la libertad; aunque teme que nubes oscuras se ciernan de nuevo sobre ella, el destello
de la República de aquellos días mostró su rostro verdadero. La imagen empleada para
resaltar lo fugaz pero intenso del momento es de gran belleza; nos describe la luz de la
joven República como el fulgor de una espada, como el reflejo fulgurante que sale una
espada cuando la desnudas y blandes, es decir, la República como la espada de la Libertad;
no es por nada que Witman sea considerado un poeta de gran alcance.
Walt Whitman no se refiere solamente a España, sino a la libertad que aguarda, allí y en
todas partes, a aflorar entre los obstáculos, a salir a la luz y alcanzar a todo mundo.
Es la libertad, la verdadera protagonista del poema, y la España del 73 quien la convoca.
Libertad universal, República universal, la fraternidad y la España de 1873 como ejemplo
en aquel instante, podríamos decir que en estas ideas se resume el bello poema de Walt
Whitman a nuestra primera república, un mensaje de esperanza, una ilusión que sigue
siendo necesaria en estos días de penumbra que vivimos.
La versión de Armando Vasseur —quizá la primera— es controvertida pues se toma algunas
licencias. Vasseur, uruguayo de familia emigrante francesa, es un ardiente patriota y
americanista, «retocará» el sentido de algunos de los poemas, añadiendo referencias a
su país o al Río de la Plata en algunos versos en los que el autor repasa las tierras
americanas. En el poema que nos ocupa, Vasseur traduce como «América», la voz escogida
por WHitman «Columbia»; una traducción quizá más ajustada a «A glimpse as of thy Mother’s
face Columbia», podría ser «una visión fugaz del rostro de tu madre es, ¡oh Columbia!,
en vez de la opción de Vasseur «Una visión rápida como el rostro de tu madre ¡oh América!».
Pero además de esa «colonización latinoamericana», Vasseur se toma otras licencias. «Crumble»,
en sajón antiguo está relacionado con «migas», pero no vemos correcto el uso de esta acepción,
y es por ello que escogemos «desmoronados» para los palacios de esa«entera» Europa, llena de
ceremonias vacías (mascaradas sin sentido ya), caídas catedrales y tumbas de viejos sacerdotes,
aunque optamos por mantener la opción de Vasseur de tumbas levíticas para esta última.
Se ofrece aquí, por tanto, una versión nueva, que seguro es mejorable, pero que creemos es más
legible en castellano que la que en su día nos dio Vasseur. Agradeceríamos opinión o noticia
de otras versiones al castellano.
Disponemos el poema en dos formas, nuestra versión, basada en el diálogo entre la de Armando
Vasseur (Walt Whitman. Poemas, (Versión de A. Vasseur), Sempere editor, Valencia 1912, pp. 41,
y el original en inglés tomado de Collected works of Walt Whitman.
España (1873-1874)
por Walt Whitman (1819-1892)
De los costados oscuros de plomizas nubes,
De entre restos feudales y esqueletos
amontonados de los reyes,
De los escombros de una Europa entera de mascaradas vacías,
caídas catedrales, desmoronados palacios y tumbas levíticas,
¡Mirad! He aquí que se alzan las rejuvenecidas facciones
de la Libertad,
Un relámpago deslumbrante como el de una espada,
Luce hacia ti.)
No creas que te olvidamos, madre nuestra;
¿Has quedado largo tiempo atrás?
¿Las nubes van a cerrarse de nuevo sobre ti?
¡Ah! pero ya te has mostrado a nosotros, en persona,
Ahora te conocemos,
Dejándote entrever nos has dado una prueba infalible,
¡De que allí, como en todos lados, aguardas tu hora!
¡EL TRABAJO OS HARA LIBRES ! Vivimos en un mundo altamente tecnificado y polarizado.
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