Mi patria es todo el mundo.

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Fábricas de idiotas

Debido al gran impacto que actualmente tienen las redes sociales resulta prácticamente imposible mantener nuestra vida en privado, y es que gracias a internet ya todo es visible, todo se comparte, desde nuestra ubicación, imágenes y hasta lo que comemos. Por desgracia este nivel de exposición en las redes ha propiciado el surgimiento de nuevas amenazas a nuestra seguridad. Expertos en materia de seguridad dicen que las redes sociales se han convertido en una nueva vía para que el crimen organizado esté creando nuevos métodos para cometer delitos como violaciones, robo de menores, secuestros, tráfico de personas y de órganos, entre muchos otros. Autoridades mexicanas aseguran que se ha reportado un gran incremento en este tipo de delitos mediante la utilización de plataformas como WhatsApp y Facebook, y múltiples medios de comunicaciones.

Todo lo que se comparte en la red es completamente visible. Y para un delincuente, gobiernos incluidos, eso es una fuente de datos importante. Además, el criminal puede mantenerse bajo el anonimato, pues un correo electrónico puede crearse con una identidad falsa. Facebook ha hecho personas superficiales y narcisistas. Las relaciones humanas se erosionaron. La individualidad que viene a través de los valores y el trabajo duro se ha destruido a medida que las personas se convierten en espectáculo de realidad a pie y respirando.

Es una situación muy común. Recibes, sin saber muy bien desde dónde, publicidad que nunca has pedido que te envíen. Un mensaje de texto, una llamada de teléfono ofreciendo un producto a unas horas intempestivas o un bombardeo de correos electrónicos que con mayor o menor fortuna tu filtro de antispam puede bloquear. Tus datos están ahí fuera y alguien se está lucrando con ellos.

Empresas de marketing usan bases de datos con información personal de miles de personas. Cientos de miles en casos de grandes campañas. En ellas se encuentran nombres y apellidos, números de teléfono -fijo y/o móvil-, correos electrónicos y direcciones físicas. Incluso se puede clasificar a las personas dependiendo de sus gustos. En muchos casos las usuarios presentes en estas bases de datos desconocen que están ahí y que se está mercadeando con su información. Tampoco saben que han cedido información libremente.

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¿De dónde salen los datos?

Muchas empresas crean sistemas de captación y retención con el fin de mantener a sus clientes activos. Regalos, ofertas especiales o rebajas logran atraer a personas que deben rellenar un formulario con sus datos. Un ‘data lead’, los datos verificados de una persona, se puede llegar a vender hasta por 15 euros.

Los datos son necesarios para mantener una comunicación activa con los clientes. En ocasiones lo que estos clientes no saben es que están dando el consentimiento para ceder esta información a terceros y que puede acabar en manos de otras empresas.

Es más común que se vendan datos de corregistros. Estos se nutren de la información que los usuarios ceden durante promociones o campañas de fidelización.
Las grandes empresas que gestionan los datos.
Telemarketing, envíos de publicidad postal, WhatsApp y Facebook, y múltiples medios de comunicaciones; mensajes SMS, correos electrónicos…
Existe una gran industria que se dedica a recopilar, limpiar, organizar y empaquetar estos datos para su uso publicitario. Una de las más grandes de Europa en el llamado lead generation, es decir, en la creación de fichas con datos personales reales y contrastados, es española. Se trata Adsalsa, una empresa alicantina basada en Alcoi que es considerada en el sector como una de las más importantes.


Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
Apocalipsis 14:9-11]

Raúl Abad, Director de Marketing de Adsalsa explica a Teknautas que el precio de un lead (persona con datos verificados) varía dependiendo de la cantidad de información, “entre los 2 y los 10 euros, hasta 15 euros los lead premium”. Los lead premium son contactos con más información personal.La forma en la que se consiguen los datos es importante, por eso estas empresas trabajan con socios o crean sus propios portales para encontrar personas con intereses concretos. Abad explica que trabajan con marcas “creando páginas de aterrizaje (landing pages) con las especificaciones del cliente”. De esta forma gracias a promociones se consiguen datos reales y específicos para más tarde usarlos en otras campañas. se consiguen datos reales y específicos para más tarde usarlos en otras campañas.


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“Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados.”
Mark Twain


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Cada sábado

LAS AVENTURAS DE PETER MACDOWELL
En busca de sus «arraises» Peter viaja a Andalucia
en una aventura llena de misterio y peligros…

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Contra el T.T.I.P.

NO A LA LEY MORDAZA

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Cosas de casa

La niña dice que quiere un móvil y yo le digo que no.
Y ella dice que quiere un móvil y yo le digo que no lo necesita.
Y ella dice que quiere un móvil y yo le explico que no tuve uno hasta que cumplí los treinta.

Y ella no dice nada, pero me mira como miró a un escarabajo pelotero que encontró el pasado verano saliendo de un establo. Como le he dicho que no tajantemente, y me he negado en redondo a que entre tan pronto en la vorágine consumista de la telefonía, le he regalado el mío para comprarme uno que sale en la tele lleno de prestaciones y que te blanquea los dientes por medio de ultrasonidos.

El otro era un cascajo pretecnológico que adquirí por obligación cuando Paco el del golpe y los pantanos era cabo, con la pantalla en blanco y negro y el teclado en números romanos. Ella me ha mirado como miró a una babosa fosforescente que localizó en la playa, pero lo ha aceptado.

Una semana después, mientras yo sigo sin encontrar el teclado en mi smartphone cuatribanda, ella con su cacharro ha conseguido entrar en el ordenador de la NASA y desviar un panel solar de la estación espacial para iluminar un geranio que tiene en la ventana. Ahora intenta depilarse las cejas con un láser procedente de un satélite militar coreano.

Yo la miro como miré a aquel matemático ruso que descifró la conjetura de Poincaré, uno de los siete enigmas del milenio, y tras rechazar el Nobel de las Matemáticas y un millón de dólares se metió en el metro y desapareció entre la muchedumbre. No sé si me explico.

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¡Contra TTIP y CETA!

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La revolución de los idiotas

¿Un mundo feliz?

Hace poco leí un artículo sobre la evolución de las tecnologías y hasta dónde seríamos capaces de llegar en pocos años. “La revolución del nuevo mundo” lo llamaban. Permitidme que discrepe sobre el uso que algunos encuentran en este nuevo mundo que, para mí, se ha convertido en la revolución de los idiotas.
Empezaré por llamarme futuro estúpido a mi mismo, ya que soy de los que podrían caer ante los “encantos” de esta nueva moda en la que se está perdiendo todo y más. Una moda marcada por la invasión de Facebook, Twitter y WhatsApp, a la que podríamos añadirle un sin fin de nuevas redes y programas absurdos, cuyo principal objetivo es el recavar el máximo de datos de sus usuarios.

Si mi abuela me preguntase por el funcionamiento de Twitter le diría que es algo así como soltar lo primero que se te pasa por la cabeza; literalmente: Es un mecanismo muy simple, básico, con expresiones como: tengo hambre, ¡qué sueño! o algo así como hablar sin decir absolutamente nada.
Podría seguir despotricando contra Facebook, Tuenti, Tumblr, Pero hoy quiero hablar de WhatsApp y de lo que poca gente parece ser consciente y el gran daño que ha hecho. Todavía recuerdo lo que era recibir un mensaje, y más si era de alguien especial, de la sonrisa que podía arrancarme el simple: “un mensaje nuevo” y todo eso del buzón de entrada. Era una ilusión, no algo rutinario. Recuerdo cuando se leían libros en el metro, cuando se escuchaba música o simplemente se observaba el panorama; en vez de encontrarnos auténticos autistas pegados a una pequeña pantalla.

También hubo un tiempo en el que escribías a quien te importaba y no al primero que pillabas en la agenda porque simplemente te aburrías. Las conversaciones se tenían cara a cara, podías ver las reacciones al momento y no tenías tiempo para pensarte una “buena respuesta”. Todo era mucho más natural y se reservaba el derecho a la intriga, a la intimidad.

No estoy exagerando, sé muy bien de lo que hablo con todo esto de la intimidad. Hablo de cuando el término “última conexión” y “el doble check” no existían ni desencadenaban en grandes discusiones; de cuando todo esto de hablar por una maquinita 24 horas al día no provocaba un auténtico dolor de cabeza ni rompía relaciones.
¿Y de quién es la culpa de todo esto? Diría que nuestra y solo nuestra. Quizás al avanzar en este nuevo mundo estemos dando a la vez mil pasos hacia atrás y olvidándonos de qué era eso de mantener la ilusión por volver a ver o hablar con alguien.

>O quizás me haya vuelto loco, sea una exagerado y esté chapado a la antigua; pero estoy seguro de que mientras leíais esto habéis pensado lo mismo que yo. Y es que nuestra felicidad parece medirse con el número de “jajaja” y los miles de «emoticoños» que encontramos en nuestro Iphone de última generación.

O puede que un día, cuando estemos solos en una isla desierta y recibamos cartas de palomas mensajeras aprendamos por fin qué era eso de comunicarnos. Hasta entonces, disfrutad de lo que tenéis, no vaya a ser que se acabe el chollo. O tirad el móvil por la ventana… Mientras tanto seguiré buscando más soluciones.

La madre ha recibido una llamada de teléfono de su hijo que la ha dejado ojiplática. Y no solo por lo que dice, que también, sino porque todavía no ha nacido. Nadie sabe cómo, pero el feto se las ha ingeniado para conseguir un móvil y algo todavía más difícil: cobertura.
Según parece, gracias a las compañías de bajo coste, los bebés ya no vienen de París, sino de países exóticos; y no traen una baguete multicereales con harina candeal y sal del Himalaya bajo el brazo, sino un smartphone con tarifa plana intrauterina.El caso es que el proyecto de chiquillo le ha pedido que le envíe por email la foto de la ecografía, porque quiere ponerla como salvapantallas, y una de su padre para enviársela a través de twitter a otro feto con quien contactó en la última revisión del ginecólogo.
Ni qué decir tiene que la madre no da crédito y, temiéndose una broma radiofónica, le ha pedido una prueba que demuestre su identidad. “No hay problema. Patada al riñón”, ha escuchado por el auricular segundos antes de sentir un agudo dolor en el costado.
Tras la confirmación, ella ha querido continuar la conversación, saber más cosas de él, cómo se siente, cómo se llama, pero no ha sido posible. Al parecer, tenía varias llamadas en espera y le ha prometido que en cuanto tenga nombre se lo dirá, que ha creado una encuesta en Tuenti con varias opciones. También le ha preguntado si lo del cordón umbilical no podría actualizarse con una conexión bluetooth para sentirse más libre. Luego ha colgado.

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