Mi patria es todo el mundo.

Go

Córdoba

Sobre las aguas del río fluye la luna y sus tránsitos: ¡Palimpsesto de ríos
y sus pulsos! Arropada por la lenta formación del crepúsculo, el alma reposa
abandonada a la inmovilidad del espacio, sustraída a las argucias del lenguaje.

 
Declaramos la armonía del mundo en su silencio indescifrado, en su cualidad
luminosa surgida del estallido abrasador de las palabras, de sus ritmos y
geometrías conceptuales que perpetúan los pensamientos y fundamentan la
urdimbre universal de la vida. Mas en apartamiento íntimo, confín y despojo
del mundo, ¿qué nos mueve a indagar la quietud de ese universal roce de
fertilidades y ensimismamientos que es la vida del alma, sino la nada que
en soledad de continuo devenimos?

Circunscrito a la sensación de ser, un verdor de soledades apremia la
presencia del alma que atestigua la vida y sus pulsos, siendo y des-
siéndose, universal roce de soledades, senda abrupta y hondo barranco,
refugio soledoso y abandono, origen y dios que da fragancia: tú y yo,
nosotros, unísonos, sin nexo que nos repliegue, absolutos, como la
incisiva plenitud de este remanso de atardecer y canto de julio.


De los frágiles dedos de la experiencia, ¿qué queda en la calma sorprendente
de esta tarde de julio? Es la sensación de ser que embriaga el espacio y al
testigo que lo circunscribe, sin palabras que disturban la realidad que
aparece y se extingue, para renovarse y extinguirse de nuevo, juego de las
recreaciones y de las disoluciones, aventura de la imaginación y del deseo,
evidencia de la plenitud disgregada.

¿Acaso no son la vida y la muerte rumores en curso?...

La luz del alba abre el día a la profundidad del espacio. La brisa fricciona
la diversidad que aparece, dulce o amarga, como una suerte de azar o roce
universal de ríos o cantos, tuyos y míos, transparencia terrestre en cuyo
centro la unidad teje el espacio sin orillas, tránsito, peregrinaje del ser
devenido, confluencia de la piedra y del pájaro, del agua y de la noria, del
junco y del alma, y de la infinita concreción de las analogías, que ahora
me rescriben negación del tiempo, de la línea, de la palabra.


Sobre las enramadas y las geometrías laberínticas del espacio, la luz extiende
sus cúpulas como un pensamiento que hiciera libre a quien urdió la vida en
sueños, ¿transparencia en la que el mundo deviene ausencia, vaciamiento, poema
sin cuerpo? ¡Plenitud de la sensación de ser luz en el espacio, luz en armonía
sosteniendo la tarde y la imagen de sí misma soñándose en la expansión universal
de cuanto acontece!.


En tal suerte de ensimismamiento, ¿qué puede ofrendar el mundo a este retiro de
luz abandonada a sí misma y al silencio que desciende hasta los espacios que
son tuyos y míos, sin roce siquiera que nos desate, sin fragancia que nos perciba,
estando ya los bríos del alma adormecidos?…


Más adentro, en abandono íntimo, donde la seducción de la experiencia cesa y sólo
la consumación en lo indiviso pulsa la vida que transgrede y cesa. Perdido se ha
el alma. Ensimismados sus pulsos. Cegados los sentidos mediadores que en vida la
hermosura gozan. De seguro, caminando entre sus frondas en llamas, conjúrase la
vida en juego universal de recreaciones y disoluciones, y olvídame entre tus
silencios hondos, junto a la agreste hora en que la belleza prende su vuelo y
adentra el alma hasta los espacios en que te ocultas en tu invisibilidad sellada.


Libre de la esfera del tiempo, de los nombres y de las formas, que encarnan la
realidad que acontece, sólo la sensación de ser permanece.

Cruzo la llanura hasta el sendero que conduce a la vertiente angosta del río,
junto a los aranceles de la memoria y a las aguas que mueren en los ritos de
la tarde, decrecidos ya sus pulsos, cercados por la impronta irreducible del
instante en que el alma se abandona a sí misma: noche de los incendios
esplendorosos y de los susurros volátiles, morada del arrobamiento, tú y yo,
siéndonos uno, sin palabra, sin conquista. El corazón crepuscular del alba
se expande entonces hasta la inquietud de las enramadas. Agudiza el río su
curso y el día adviene. Tú escribes, en el espacio de los gozos indescriptibles,
los ecos del alma y este poema de laberíntico curso.


Algo se extinguió en los arenales del día y de la noche. Miles de voces estallan
y el silencio adviene. Nada destella en forma de imagen o de hecho. Ni el espacio
ni el tiempo poseen un nombre que les reclame. Abatida la memoria, consumido el
aceite de los deseos y sus frutos inferentes, antes de la percepción del mundo,
de las palabras y de los gestos que lo fundamentan y ciñen, del tejido del tiempo
de ondulados enjambres y tramposas licencias, del susurro de los valles enjaezados
de marzo, de los vacíos y fertilidades de este suelo quemado por el sol, en donde
maduran los dioses y las plegarias apasionadas de los hombres, ¿qué era yo?.

El río cede sus aguas a la noria que da forma y sentido a la tarde. El movimiento
de las aguas fascina al ojo. Los ánades esplenden en el aire y funden su vuelo a
los fulgores de la tarde inquieta. Los pulsos se desnudan y cesan los sentidos.
¿Dentro?… ¿Fuera?… Nada molesta la plenitud de este instante en que el mundo
y sus esfuerzos ardorosos se disuelven en el silencio, ¿cobijo del alma o región
del ensimismamiento?… Cuando de nuevo surjan los pensamientos, siendo observados,
¿habrá alguien que los contemple?…


Imagino a San Juan de la Cruz en el deseo supremo de lograr el desasimiento que
disuelve el alma en el Amado. Pero no menos me intereso en intuir la apacible
calma de Ibn Arabí en la ardua tarea, no del convencer imposible, sí del exponer
a sus correligionarios sufíes el falaz asunto de la aniquilación del ser. El
abulense desesperando por morir, para vivir en lo Supremo luego; el andalusí,
apacible, entregando a los guiados por el intelecto y sus controversias el suave
néctar de quien ya sólo sabe de lo indiviso. Disueltos, uno y otro, en las aguas
del Amor oceánico, Juan quedóse no sabiendo; Arabí sabe que en el ser no hay otro
a quien conocer, pues sólo él es. Juán vibra en el último balbuceo. Arabí nada busca, es.

Contador

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Firmar

Contra el T.T.I.P.

NO A LA LEY MORDAZA

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