Esa que duerme en el lecho de un río de anchos brazos
que la mecen en un sueño de largos y hermosos años
No despertad a la niña, rodeadla de mil lazos
de amor, nostalgia y color y que siga su letargo
que la vela la giralda y la nana estan cantando
por las esquinas del alma sus hijos los sevillanos.
Giralda, prisma en el aire de una eterna primavera…
Templaban el aire sones nuevos
en la cumplida mañana de una primavera
como siempre el agua dibujaba signos
que el viento del amor trajera
Narcisos de color dorado
reflejaban la silueta entretejida
de los juncos ondeantes del estanque
de las ideas dormidas
Y al sueño sucedió la realidad
arrastrando tras de si mi desventura
estaba ya en Sevilla, era temprano,
y el olor del azahar se hacía brisa.
Vuela alta blanca paloma desde el río de mis sueños
hasta la torre del alba de mi Triana
y cuéntale a la mañana mis ilusiones y versos
mientras repica Santa Ana con redobles de «te quiero»
que al son de los martinetes parecen como lamentos
de un cuento de enamorados en el jardín de los besos
Quizás la ciudad del duende,
Quizás la ciudad del Arte,
Reina de la gracia y el donaire.
Donde duermen las hadas en sus parques.
Donde en un celeste cielo me adorastes.
Superduque
«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla!
Porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
»Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.
»Apostaré que el ánima del muerto,
por gozar este sitio, hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente».
Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado,
y el que dijere lo contrario miente».
Y luego, in continente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.